B. Brecht
“Muros, anillos e inmovilidad. Durante dos mil años la humanidad creyó que el Sol y todos los astros del cielo daban vueltas a su alrededor. El Papa, los cardenales, los príncipes, los eruditos, capitanes, comerciantes, pescaderas y escolares creyeron estar inmóviles, sentados dentro de esa bola de cristal. Pero nosotros iniciamos nuestro viaje y tomamos el largo. El tiempo viejo ha pasado, ésta es una nueva era […]. Tal como son estrechas las ciudades, son también muy estrechas las cabezas. Reinan la peste y las supersticiones. Cierto, pero eso significa que aunque la cosa sea así no tendrá por qué seguirlo siendo. Porque todo se mueve. […] Lo de los viejos libros ya no basta. Donde la fe imperó más de mil años, hoy se asienta la duda […] Una fresca corriente, un fresco viento, hoy levanta las doradas faldas y ropajes de nobles y prelados, tras dejarnos sus muslos a la vista: piernas gordas y grasas, piernas flacas, pero piernas que son como las nuestras. Pero ahora el cielo está vacío […]. El Universo ya no tiene centro dado que ahora los tiene por millares, pues cada uno y ninguno de nosotros pueden ser contemplados como centro”. […] “No sabemos bastante todavía. En realidad, aún estamos al principio”
Galileo Galilei
El 18 de marzo quizá debimos golpear mejor. La cuestión fue: elecciones o marchar sobre Versalles. La respuesta debió ser: ambas cosas. […] No esperen más de la Comuna que lo que esperen de sí mismos. Publiquemos todos los discursos, comuniquemos nuestra insuficiencia, demos publicidad a cuanto hagamos, porque nada tenemos que temer si no es a nosotros ; La liberación de la Comuna de París es la de todas las de la República. […] La república de la gran revolución del 92 era un soldado, pero la república de la Comuna ha de ser un trabajador; “El Estado es el pueblo que se rige a sí mismo”. “La estatura de un pueblo corresponde a la del último de sus ciudadanos”. “Considerando que la meta de la vida reside en el completo desarrollo de nuestro ser físico, espiritual y moral, la propiedad no ha de ser sino el derecho a que cada uno participe, en la medida de su colaboración, en el producto común y colectivo del trabajo de todos. En talleres y fábricas, se organizará el trabajo colectivo”. [Estos últimos textos de Beslay, entrecomillados, corresponden a su proclama de apertura de la sesión inaugural de la Comuna, el 29 de marzo de 1871]
Los días de la Comuna
Jean.- “No sabemos nada.”
Geneviève.- “Aprendemos.”
Jean.- “Y, ¿de qué servirá cuando nos encontremos bajo tierra?”
Geneviève.- “Servirá, no lo dudes.”
Jean.- “¿De qué nos servirá ese saber a ti y a mí cuando hayamos muerto?”
Geneviève.- “No hablo de ti y de mí, hablo de nosotros. Porque nosotros es más que tú y yo.”
Los días de la Comuna
Las algas se prendían de su cuerpo,
lentamente se hizo más pesada.
Fríos peces nadaban por sus piernas,
animales y plantas que su último viaje iban aun dificultando.
[…]
Corrompido en el agua ya su pálido cuerpo,
Dios la fue olvidando muy despacio,
primero su rostro, luego las manos y, por fin, su pelo.
Era ya una carroña, entre tantas carroñas de los ríos
«De la muchacha ahogada», [Poema homenaje a la dirigente revolucionaria asesinada Rosa Luxemburg]
Los que luchan un día, ya son buenos.
Otros luchan un año y son mejores.
Hay también quienes luchan durante años y años;
son muy buenos.
Pero aquellos que luchan
todo a lo largo de la vida,
esos son los imprescindibles
«Cantata de aniversario de la muerte de Lenin»
Parábola de Buda sobre la casa en llamas
Enseñaba Gautama
el saber de la rueda del deseo
donde estamos atados, sugiriendo
borrar toda ansiedad y aspiración
para entrar sin pasiones en la nada
que llamaba Nirvana.
Los discípulos entonces preguntaron:
“¿Cómo es, Maestro, esa Nada?
Porque todos estamos decididos
a abdicar del deseo, cual sugieres.
Mas, para ello, dinos si esa Nada
en la que debemos adentrarnos
equivaldría a la unificación
absoluta con todo lo creado
si, ligeros de cuerpo,
libres de pensamientos, indolentes,
flotamos sobre el agua, al mediodía;
o si, estando sumidos en el sueño,
inconscientes de todo, sin embargo,
nos cubrimos de nuevo con la manta.
Dinos pues si esa Nada es algo alegre,
si es buena o, al contrario, si tu Nada
no será sino nada,
frío y vacío sin significación”.
Calló entonces el Buda mucho rato
hasta, por fin, decir, indiferente:
“Nada que responder a esa pregunta”.
Pero luego, a la noche,
cuando aquellos ya se habían ido,
bajo el árbol del pan sentado, el Buda,
a los que nada habían preguntado,
les expuso por fin esta parábola:
“Vi hace poco una casa. Estaba ardiendo.
Comenzaban las llamas a lamer
ya los techos. Entré. Aún había gente.
Fui de nuevo a la puerta y, desde ella,
los llamé a grandes voces, advirtiendo
que ya ardía el tejado,
que salieran de allí a toda prisa.
Pero no parecían apurarse.
Uno me preguntó, mientras el fuego
comenzaba a chispearle entre las cejas,
cómo se estaba afuera, si llovía,
si quizá no soplaba mucho viento,
si habría otra casa,
y otras muchas cuestiones semejantes.
Sin responderle nada, salí afuera.
Éstos, pensé, arderán,
antes de terminar con sus preguntas.
En verdad os digo, amigos,
que aquél al que el fuego no le queme
como para querer cambiar de sitio
y prefiera quedarse ahí, ardiendo,
a ése nada tengo que decirle
Svendborger Gedichte, 1939
Los grandes no podrían dejar libre a uno que conoce la verdad, ni aunque sea la de las estrellas más lejanas.
Galileo Galilei
Comisionado de la Guardia Nacional.- “Vea que la sala es muy pequeña y que el enemigo nos espía.” El anciano.- “Que nos espíe el pueblo es lo importante. Dejen la puerta abierta.” Langevin.-“Publiquemos todos los discursos, comuniquemos nuestra insuficiencia, demos publicidad a cuanto hagamos, porque nada tenemos que temer si no es a nosotros mismos.” Langevin.- “¿También se garantiza la libertad de mentir?”
Los días de la Comuna
Andrea [citando a Galileo].- “Cuando hay que afrontar algún obstáculo, la línea más corta entre dos puntos puede realmente ser la línea curva”. “En verdad casi todo se ha ganado cuando uno se alza y dice: no”.
Galileo Galilei
Coro.- “Lo realmente importante es comprender.
Muchos responden: sí,
pero en ellos no existe aceptación,
porque no ha existido entendimiento.
Muchos no han sido nunca consultados.
Muchos están de acuerdo erróneamente,
falsamente. Por ello,
lo realmente importante es comprender”.
El maestro.-“No puedes andar, estás enfermo, de manera que, para seguir hasta la ciudad, a pedir ayuda, y regresar al pueblo con socorros con los que curar nuestra epidemia, vamos a tener que abandonarte. Pero la costumbre nos exige que te preguntemos si lo aceptas, como también exige que tu respuesta sea afirmativa”.
El chico.- “Lo comprendo”.
El maestro.-“¿Pides que volvamos?”
El chico.- “No lo hagáis, no debéis volver”.
El maestro.- “¿Aceptas quedar ahí abandonado?”
El chico.- “Sí, estoy conforme”.
Los compañeros.- “Ha dicho sí”.
[…]
El chico.- “Todavía debo decir algo. No quiero quedarme aquí tirado para morir sólo en la montaña. Me tenéis que arrojar al valle”.
Los compañeros.- “No podemos”.
El chico.- “Lo exijo”.
[…]
Coro.- “Entonces los amigos lo tomaron
y, aun lamentando
los amargos caminos de este mundo
y sus amargas leyes,
arrojaron al chico.
Muy apretados unos junto a otros,
acercándose al borde del barranco
y cerrando los ojos, lo arrojaron.
Así, no hubo ninguno más culpable”
El que dice sí
Coro.- “Lo realmente importante es comprender.
Muchos responden: sí,
pero en ellos no existe aceptación,
porque no ha existido entendimiento.
Muchos no han sido nunca consultados.
Muchos están de acuerdo erróneamente,
falsamente. Por ello,
lo realmente importante es comprender”.
El maestro.- “No puedes andar, estás enfermo, y nosotros debemos continuar. Como sabes, la vieja ley exige que al que enferma en un viaje como éste se le ha de arrojar al precipicio. De ese modo, la muerte es inmediata. Mas la costumbre impone que se le pregunte si lo acepta, como también impone que su respuesta sea afirmativa”.
El chico.- “Lo comprendo”.
El maestro.- “¿Pides que volvamos o te muestras de acuerdo en que te arrojemos al barranco tal como lo exige la costumbre?”
El chico.- “No, no estoy de acuerdo”.
Los compañeros.- “¡Ha dicho no! ¿Cómo es que no aceptas lo que tiene dispuesto la costumbre? Aceptaste antes de partir cuanto resultara de este viaje y dijiste que te conformarías… ¡Quien dijo a debe decir b!”
El chico.- “Mi aceptación fue equivocada, pero la pregunta más aún. ¡Quien dice a no ha de decir b! He salido de viaje para volver con unas medicinas y curar a mi madre que está enferma, pero ahora soy yo el que está enfermo. Vuestro viaje es de estudios y lo podéis hacer más adelante. Y además, si hay algo que aprender, es a valorar exactamente la situación en que nos encontramos. De la vieja costumbre, me parece que es equivocada. Hemos de imponernos una nueva, y además imponerla cuanto antes: la de que a cada nueva situación hay que replantearse lo que hacer”.
Los compañeros.- “Lo que nos dice el chico no es heroico, pero en cambio parece razonable […]. Una antigua costumbre como ésa no nos debe impedir aceptar la verdad de un pensamiento…”.
Coro.- “Entonces los amigos lo tomaron
para fundar ahora un nuevo uso
y promulgar una nueva ley.
Lo llevaron de vuelta, caminando
apretados unos junto a otros,
afrontando las burlas, los escarnios,
con los ojos cerrados, y ninguno
entre ellos era más cobarde”.
El que dice no
Llaman violento al río cuando baja corriendo, arrebatado;
pero ninguno dice que es violento
el cauce que lo encierra
Sobre el poder
En los decenios de antes del diluvio
hubo algunas crecidas.
Pero, aun siendo pequeñas,
a distancias algo irregulares
y en distinta medida
las aguas desbordaron de las costas. Y así, en ciertas comarcas,
se acostumbró la gente hasta tal punto
a las inundaciones que empezaron
a habitar grandes barcas,
incluso en los tiempos de sequía.
La construcción naval tuvo un impulso muy intenso. Antes, nunca
se construyeron diques tan potentes
como en el tiempo de antes del diluvio.
Y así llegó un año
en que el peligro de la inundación finalmente se dio por superado.
En el año siguiente
vino al fin el diluvio, sumergiendo
todos los diques, con sus constructores
Respuesta del dialéctico
Quien aún vive que no diga: ¡jamás!
No es seguro ni lo más seguro.
Tal como es, no habrá de quedar,
[...]
y del jamás puede surgir: hoy mismo
Quien aún vive
Siempre creí falso el nombre que nos dan: emigrantes.
Es decir, expatriados. Mas nosotros
no hemos abandonado nuestra tierra a partir de una libre decisión
escogiéndonos otra. Ni salimos
de un país con deseo de quedarnos
para siempre en él, si nos dejaran.
Sino que hemos huido. Somos expulsados, desterrados,
y la tierra donde nos acojan
no una patria ha de ser, sino un exilio.
Nos sentamos inquietos [...]
a la espera del día del regreso, [...] oteando más allá de las fronteras. [...]
Escuchamos los gritos
que llegan hasta aquí desde sus campos,
y hasta nosotros mismos
somos como los ecos de los crímenes
que llegan desbordando las fronteras.
Cada uno de los que entre nosotros
entre la muchedumbre
lleva los zapatos destrozados
testimonia con ello la vergüenza
que está ahora manchando nuestra tierra.
No nos quedaremos para siempre
aquí, no. No está dicha
todavía la última palabra
�??Acerca del nombre de �??emigrantes�??�?�
Mientras dice sí, mientras dice no,
mientras golpea, mientras lo golpean,
mientras se asocia a esto, mientras que se asocia con aquello,
así el hombre se forma, al ir cambiándose,
y así nos aparece conformado,
mientras que se parece a como somos y mientras que no se nos parece
La verdad no se impone por sí misma, sino sólo si osamos enunciarla […]. Mas lo peor es esto: lo que sé, he de divulgarlo. Como un amante, un borracho o un traidor. Es un vicio que lleva a la desgracia.
Galileo Galilei