Una vez que sus Majestades habían pasado ya algún tiempo en lugar tan encantador y las damas habían disfrutado de la colación allí dispuesta, dejó el rey las mesas al pillaje de los que seguían al cortejo, de manera que la destrucción de una composición tan delicada para toda la corte fue otra agradable diversión, tanta era la urgencia y confusión de quienes sin freno demolían los castillos de rico mazapán y las montañas de dulces confituras
A. Félibien
Relación de la fiesta de Versalles