G. Babeuf
Si los hombres, en estado natural, nacen todos iguales en derecho, de hecho en cambio no nacen iguales, dado que la fuerza y el instinto, que también vienen por naturaleza, establecen entre ellos una gran desigualdad de suerte, pese a la igualdad en los derechos; mas su reunión y sus instituciones no pueden tener otro objetivo que mantener de hecho esa igualdad en el derecho, protegiendo al débil de la opresión del fuerte, y sometiendo así la industria de unos a la común utilidad de todos. El error más funesto y más cruel en que ha caído la Constituyente, al igual que la Legislativa y, por fin, que la Convención, al seguir en esto servilmente a los legisladores diferentes que las han precedido, es no haber señalado límites al derecho de propiedad y abandonar al pueblo a las especulaciones ávidas del rico
Manifeste des plébeiens
La naturaleza no produce propietarios, tal como no produce nobles; sólo produce seres desprovistos, y unos que son enteramente iguales en necesidades y en derechos. La sociedad, al formarse, ha tenido que reconocer esa igualdad en los derechos, por la evidente igualdad de necesidades respectivas
Manifeste des plébeiens
La igualdad perfecta es en sí de derecho primitivo; el pacto social, lejos de atacar a ese derecho natural, debe dar a cada individuo la garantía de que ese derecho nunca será violado, que desde aquel momento no hubiera debido haber instituciones que favorecieran la desigualdad y la codicia, permitiendo que aquello que es para unos necesario pueda ser secuestrado para ser lo superfluo de los otros. […] La rebelión de pobres contra ricos se convierte así en necesidad
Manifeste des plébeiens
“¡El derecho a la propiedad! Pero, decid, ¿cuál es ese derecho? ¿Es la facultad ilimitada de que, como tal, el propietario pueda disponer a gusto de ella? Entenderla así es admitir la ley del más fuerte, defraudar el objeto declarado de la asociación, devolver a los hombres al ejercicio de los derechos naturales y provocar finalmente la disolución inevitable del cuerpo político
Manifeste des plébeiens
Discutid cuanto deseéis de la mejor forma de gobierno, que al respecto nada se habrá hecho mientras no destruyáis todos los gérmenes de la ambición y la codicia […]. Pues el único medio de lograrlo es disponer la administración común; suprimir la propiedad particular; vincular realmente a cada hombre al talento y la industria que conoce, y obligarle a depositar luego su fruto en el almacén común a todos; establecer la simple administración de subsistencias, registrándose cosas e individuos y repartiendo aquellas entre todos con la igualdad más escrupulosa
Manifeste des plébeiens
La propiedad es odiosa en su principio, como es criminal en sus efectos. El estado de comunidad es el único estado de justicia, fuera del cual no pueden existir sociedades felices y pacíficas
Le Tribun du peuple, nº 37
La revolución […] puede y debe tener como último resultado el bienestar, la felicidad, y la suficiencia de las necesidades de todos
Manifeste des plébeiens
La mentira viaja con gastos pagados por el gobierno; vuela sobre el viento; recorre, en un abrir y cerrar de ojos, un vasto imperio; se encuentra a la vez en las ciudades y en el campo, en los palacios y en las cabañas; en todas partes está bien aposentada y servida: se la cubre de caricias, favores, dinero… La verdad, al contrario, va caminando a pie y a pasos lentos; se arrastra con pena y a su cargo, de ciudad en ciudad, de aldea a aldea; se encuentra obligada a sustraerse a la mirada celosa del gobierno; ha de evitar, de modo simultáneo, a los funcionarios, los jueces y los agentes de la policía; y es odiosa a todas las facciones. Todos los prejuicios y los vicios se amotinan a fin de ultrajarla. La necedad la desconoce o la rechaza. Y aunque brilla con belleza celestial, el odio y la ambición afirman de ella que es tan fea como horripilante. La hipócrita moderación la califica de exagerada e incendiaria, y la falsa cordura la moteja de temeraria y de extravagante, mientras que la maligna tiranía la acusa de violar las leyes y de trastornar la sociedad. La cicuta como los puñales son el precio ordinario a sus lecciones, y con frecuencia expía en el patíbulo sus servicios a la humanidad
Manifeste des plébeiens