Un gran escarabajo pelotero yacía puesto de espaldas sobre el suelo y buscaba, impotente, intentar defenderse con las patas mientras un gran montón de agresivas, minúsculas, hormigas lo acosaban feroces, devorando en vida su cuerpo. Me estremecí, saqué el pañuelo y empecé a dispersar a aquellas bestias […]. Tras pelear un buen rato en liberar a aquella pobre víctima y dejarla derecha entre la hierba, vi que le habían comido ya dos patas… Y me acongojaba el sentimiento de si mi intento de ayuda, para él, finalmente no era algo peor
R. Luxemburg
Prisión de Wronke, 2-5-17