familia
Nadie habrá de tener hacienda propia, ni ninguna vivienda ni almacén donde no pueda entrar quien lo desee […] y han de vivir reunidos, […] teniendo las comidas en común […], no debiendo mezclar la condición natural y áurea de sus almas con la posesión de oro mortal. […] Así ha de quedar configurada la felicidad [de la Ciudad], no para unos pocos separados, sino para todos justamente. Los guardianes han de vigilar que en la Ciudad nunca se deslicen inadvertidamente un par de cosas, a saber, la riqueza y la pobreza […], pues en efecto las demás ciudades no son una, sino al menos dos, y además enemigas mutuamente: la de los ricos y la de los pobres y, a su vez, otras muchas dentro de ellas […], pues lo que desgarra una ciudad y el mayor de sus males se produce cuando mío y no mío no coinciden con el conjunto de quienes la habitan. Si ninguno fuere poseedor de ninguna otra cosa que su cuerpo, siendo común cualquier otra cosa, no se dará disputa en la Ciudad por la familia ni por las riquezas. El matrimonio y la procreación han de ser además cosa común, amistosamente compartida, […] siendo a cada uno de los hombres todas las mujeres en común, sin cohabitar separadamente; con lo que tendrán hijos comunes y ningún padre conocerá a su hijo ni ningún hijo conocerá a su padre. […] Siendo a todos comunes las viviendas y en ellas las comidas en común, nadie habrá de tener nada privado […]. Y habrá que instruir a las mujeres en las mismas artes que los hombres, para que ellas estén en situación de poder hacer todo, como ellos. […], ejerciendo trabajos semejantes según la disposición de cada uno. No se da diferencia en que ya exista o que llegue a existir esta Ciudad, pues el que esté dotado de razón sólo en una con esas condiciones se dispondrá a actuar en ella
La República
La ciudad se divide en cuatro partes, en mitad de cada una de las cuales se levanta un mercado público, en el cual entregan las familias todo cuanto produce su trabajo […]. A su vez, cada padre de familia busca allí cuanto necesitan él mismo y los suyos, y se lleva de allí cuanto desea sin pagarlo ni dar nada a cambio. […] Han dispuesto además en cada barrio vastos edificios construidos a distancias iguales […] adscribiéndose a cada uno de ellos treinta familias que van allí a comer […]. Comen y cenan en comunidad. […] Los que regentan esos edificios van a proveerse a los mercados de los alimentos necesarios para aquellos que acuden a su centro, distribuyendo así los alimentos en proporción a la población. […] E igual sucede en los hospitales en donde se cuida a los enfermos. Todos ellos son públicos y administrados en común
Utopía
La Ciudad se encuentra dividida formando siete círculos enormes que, a través de cuatro grandes vías, se comunican sucesivamente. […] Son un pueblo oriundo de la India entre el cual había muchos hombres dedicados a filosofar. Huyendo de las tropelías de los tártaros y el abuso de toda clase de tiranos, fueron a parar a aquella ; […] Resolviendo organizar allí su vida la planificaron en común, tal como enseña la filosofía. […] Una de las costumbres principales es la comunidad de las mujeres, como también ocurre con las cosas. Todo es allí de propiedad común […] de manera que todos participan del alimento en forma equitativa, tal como lo hacen con las ciencias, los honores y las diversiones, sin que nadie pueda en ningún caso apropiarse de nada en exclusiva. En su opinión, toda propiedad ha surgido de que cada individuo quiere para él solo una mujer y una familia y una casa, de lo que viene todo el egoísmo […], con lo cual viene cada uno a robarle a la comunidad. […] Les parece de lo más extraño que consideremos como innoble al que practica un arte manual, mientras que creemos que son nobles los que, sin tener ningún oficio y rodeados de enjambres de sirvientes, se abandonan al ocio y la lascivia, con un daño evidente para el bienestar de la república. […] Ahora bien, al que sabe más oficios es al que consideran el más noble […], y además los trabajos fatigosos de entre los trabajos productivos son también los más considerados, por lo que ninguno los rechaza. […] Todos tratan sin duda de quedar primero en el trabajo […], pues a todo aquel que sobresale en la actividad que realiza le conceden el título de rey (uno que se reserva a los mejores, no a los que no saben hacer nada). […] La superioridad, cada seis meses, determina quién ha de dormir habitando en uno u otro círculo y ocupando tal o cual estancia, después de lo cual vuelve a cambiar […], y cada actividad u ocupación – manual o especulativa– es común a los ciudadanos, sin que importe ser de uno u otro sexo. […] Cada círculo tiene sus cocinas y sus grandes despensas colectivas […], comen en grandes mesas, reunidos, […]se afanan todos por servir […] porque nadie cree rebajarse al prestar los servicios necesarios en los comedores y cocinas, o en los almacenes y talleres, […] y cada uno tiene su porción. […]Todos visten de blanco, con un traje determinado por las estaciones. […] La planta baja de los edificios se dedica a graneros y talleres, guardarropas, despensas, comedores y lavanderías comunales; […] allí adentro se ejercen los oficios, mientras que los espacios superiores –todos adornados con pinturas– se reservan a la actividad de carácter especulativo, sobre cuya materia se realizan, en los atrios, los cursos y lecciones. [….] Y así, como todas las tareas, las artísticas como las manuales, se reparten y se hacen entre todos, cada ciudadano no trabaja sino cada día cuatro horas, dedicándose luego todo el resto a perfeccionarse en cuanto hace a los aspectos físico y moral. […] No hay allí esclavitud ni servidumbre […], ni hay avidez alguna de riquezas ni por poseer plata ni oro –que tan sólo se encuentran destinados a fabricar algunos utensilios que también emplean en común– […], porque nadie carece de cuanto le sea necesario –y aun lo que su capricho le sugiera–. […] La posesión de bienes, en efecto, no les despierta la menor codicia, puesto que realmente todo el mundo tiene allí cuanto necesita, más aquello que pueda recibir en calidad de premio o galardón, dado que la república acostumbra hacer ciertos regalos a sus héroes. […] De este modo, la vida colectiva hace a cada uno, al tiempo, rico y pobre: rico porque lo posee todo, pobre porque nada es sólo suyo; pero nadie se afana o se preocupa de servir a las cosas, sino, al contrario, de servirse de ellas. […] Cierto que no ignoran el dinero, acuñando moneda destinada a las actividades exteriores de sus embajadores y emisarios. Pero, al contrario, de los mercaderes que, procedentes de los demás países, han llegado hasta allí, interesados por el exceso de su producción, nunca les piden que les den dinero, sino las diferentes mercancías de las cuales carezca la Ciudad. […] Deliberan, reunidos en Consejo, sobre lo que el pueblo necesita, e invisten a los magistrados designados para cada cargo en la Asamblea General, relevándolos luego, en su momento, por acuerdo del pueblo en su conjunto. […] Tratan muy bien a los extranjeros […], enseñándoles todo aquel Estado para que vean el orden que allí reina (porque están firmemente convencidos de que al final el mundo entero no tendrá otro destino y solución que adoptar aquel modo de vida), y permiten que vayan al Consejo y a sentarse en la mesa colectiva. Y, si quieren unirse a aquel Estado, los someten a prueba y luego adoptan la resolución correspondiente. […] En lo que hace a la procreación, todo el mundo se encuentra sometido a lo que ordenan las autoridades, pues la progenie es considerada como bien público, no particular
La Ciudad del Sol
Los trabajos caseros, en su forma individual, han empezado a desaparecer, siendo sustituidos día a día por el trabajo casero colectivo. Llegará un día […] en que la mujer trabajadora no tendrá que ocuparse de su hogar […]. En el seno de una Sociedad Comunista, la mujer trabajadora no tendrá que pasar en la cocina sus escasas horas de descanso, porque habrá restaurantes públicos y cocinas centrales a los que podrá ir todo el mundo […]. Y lo mismo se puede decir al respecto del lavado de ropa, con la organización de lavaderos centrales, o de otros talleres específicos para los restantes trabajos caseros
En octubre de 1918, apenas un año después de la llegada de los bolcheviques al poder, el Comité Ejecutivo Central del Soviet, máximo órgano legislativo, ratificó un completo Código sobre Matrimonio, Tutela y Familia. El Código reflejaba legalmente una visión revolucionaria de las relaciones sociales basadas en la igualdad de las mujeres y la ‘evaporación’ de la familia. Según Alexander Goikhbarg, joven […] autor del nuevo Código de Familia, éste preparaba el camino para un tiempo en que ‘los grilletes de marido y mujer’ iban a quedarse ‘obsoletos’. En consecuencia, el Código se redactó con su propia obsolescencia en mente. Goikhbarg escribió: ‘El poder proletario construye sus códigos y sus leyes dialécticamente, con lo que cada día de existencia va minando su necesidad’. En resumen, el objetivo del derecho era ‘hacer que la ley fuera superflua’
Women, the State and Revolution: Soviet Family Policy and Social Life, 1917-1936
Mientras no se destruya la prostitución, mientras no se cancelen las viejas formas de la familia, la vida doméstica y la crianza de niños, será imposible destruir la explotación y esclavización
en AA. VV., Kommunisticheskaia partiia i organizatsiia rabottnits
Es en vano que la mujer trabajadora se pase el día entero limpiando su casa y lavando y planchando, consumiendo así sus energías en conservar sus ropas desgastadas, y matándose para preparar con sus pocos recursos la mejor comida que consiga. Cuando el día termine no quedará, pese a sus esfuerzos, ningún resultado material del trabajo diario; […] no habrá hecho nada en todo el día que después venga a ser considerado como en calidad de mercancía […]. El trabajo del ama de casa […] es cada vez más improductivo
El capitalismo ha cargado sobre los hombros de la mujer trabajadora un peso que la aplasta; la convirtió en obrera, sin aliviarla de sus cuidados de ama de casa y madre. Por tanto, nos encontramos con que la mujer se agota como consecuencia de esta triple e insoportable carga [...]. Los cuidados han sido siempre el destino de la mujer, pero nunca fue más infortunado, más desesperado su destino que el de millones de trabajadoras bajo el yugo del capitalismo, y esto precisamente cuando la industria ha alcanzado una máxima expansión
Cuando las mujeres de clase trabajadora entraron a formar entre las filas de los que vendían su trabajo […], siendo forzadas por la necesidad a entrar en el mercado laboral, pues su padre o marido estaba en paro, los trabajadores empezaron a entender que dejar atrás a las mujeres entre las filas de los «no-conscientes» era dañar su causa y evitar sin duda que avanzara. ¿Qué nivel de conciencia puede poseer una mujer que se encuentra sentada ante el fogón y no tiene derechos en la sociedad, ni en el estado o en la familia?
Día de la mujer
Ha llegado la hora para el viejo tipo de familia. Pero la culpa no es del comunismo: es resultado del cambio experimentado en las actuales condiciones de vida. La familia ha dejado de ser una necesidad para el Estado, tal como lo era en el pasado. […] De las ruinas de la vieja vida familiar, veremos surgir una […] forma de familia que supondrá relaciones diferentes […] que se basen en la unión de afectos; […] una unión entre dos personas iguales […], trabajadoras, libres, e independientes una y otra
El significado de la Comuna se evidencia en lo que Marx llamó ‘la auténtica medida socialmente efectiva de su ser’: su desplazamiento de lo político hacia aspectos aparentemente periféricos de la vida cotidiana—la organización del espacio y el tiempo, los cambios en los ritmos de vida y los ambientes sociales. El breve dominio de su propia historia por parte de los insurgentes se percibe, no tanto en el nivel del gobierno político sino en la vida cotidiana: en problemas del mundo del trabajo, del tiempo libre y de la vivienda, de la sexualidad y las relaciones familiares y vecinales.
The Emergence of Social Space: Rimbaud and the Paris Commune