Cuando triunfa la revolución puede ahorcarse a sus enemigos, pero no se debe pronunciar contra ellos sentencia judicial. En efecto, se puede destruir a los enemigos vencidos, pero no es necesario condenarlos como criminales. Tras una revolución, o tras una contrarrevolución, no hay que aplicar las leyes destruidas contra los defensores de esas leyes. Eso es la vil hipocresía de lo que llaman la legalidad
K. Marx
El capital