Oto, igual a un dios, y su hermano, el célebre Efialtes, fueron los más gallardos y mayores de los hombres que crió la fértil tierra. [...] Y así Oto y Efialtes amenazaron a los inmortales del Olimpo con llevarles el bélico tumulto. Quisieron poner sobre el Olimpo el Osa y, encima del Osa, todavía el frondoso Pelión, para poder asaltar los cielos pero, antes de dar fin a su traza, les dio muerte Apolo, hijo de Zeus, cuando aún eran muy niños
Homero
Odisea, XI, vv. 307-320
Y, al haberse hecho fuertes y terribles, abrigaban grandes pensamientos [...], y quisieron abrirse paso al Cielo y subir a atacar allí a los dioses. Entonces Zeus y los otros dioses deliberaban qué debían hacer, pero no encontraban solución, no pudiendo sin más matar a todos exterminando todo su linaje –como a los Gigantes, con el rayo–, porque perderían los honores y sacrificios que hacían los humanos, ni podían tampoco permitir sin más sus insolencias. Tras haberlo pensado, dijo Zeus: [...] “Cortaré a cada uno en dos mitades; así los hombres van a ser más débiles y, al doblarse de ese modo en número, nos serán de más utilidad
Platón
Banquete, 190 b-d
[Habla Fuerza, y luego Hades]
“Amarra con grilletes irrompibles
a este escarpado risco ese bandido.
[…]
¡Que aprenda a respetar de Zeus la fuerza
y a su amor a los hombres poner freno!
[…]
Tú, un dios, sin arredrarte ante la ira
de los dioses, honraste a los mortales
más de lo justo. A cambio, en esta roca
[…]
te desharás en llantos y en gemidos
pues el pecho de Zeus es inflexible,
¡que todo nuevo rey tirano reina!”
[Prometeo]
Bien sé del Hado la invencible fuerza
y con paciencia habré de soportarla,
pero callar o no este infortunio
no me fuera otorgado: un don al hombre
me ha uncido al duro yugo del destino.
Robé del fuego, en una oculta caña,
la recóndita fuente que sería
maestra de las artes y un recurso
para el hombre. […] Veían sin ver nada,
oían sin oír, en vano sueño….
[…]
Yo enseñé a los mortales el camino
hacia un arte difícil. Las señales
del fuego luminosas a sus ojos
hice que fueran, ciegos hasta entonces.
Así el hombre, al final, las artes todas
conoció a mi través. […] Por esa culpa,
me han clavado a esta roca, a la intemperie.
[…]
Adorad al tirano, al poderoso,
que a mí me importa Zeus menos que nada.
Impere y mande por un breve tiempo.
No ha de durar su imperio entre los dioses…
Esquilo
Prometeo encadenado