“Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, […] en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, […]; y así, en veinticuatro años, te he hecho muchos servicios en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros […].
Mira, mira, Rey español que no seas cruel ni ingrato a tus vasallos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, tus vasallos te han dado, a costa de su sangre, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y Señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada […].
Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, y aun si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo que allá seríades peor que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de sangre humana; mas no me maravillo de vosotros, pues os llamais siempre menores de edad, […] y vuestro gobierno es aire”.
Avísote […], Rey español, […] que por no poder sufrir más las crueldades de tus oidores […], he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra.
Y así a Dios solemnemente voto de no dejar ministro tuyo a vida.
Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud.
Lope de Aguirre, el Peregrino”.
L. de Aguirre
Carta a Felipe II
Descripción de una barricada: «A la entrada de una calle estrecha, puede verse un ómnibus volcado con las cuatro ruedas en el aire. Un montón de cestos que antes se usaron para llevar naranjas se han apilado de derecha a izquierda; luego, por detrás, entre las llantas de las ruedas y otros huecos, leve brillar de fuegos, mientras que las pequeñas nubes de humo azulean ahí a cada segundo»
G. Niépovié
Études physiologiques sur les grandes métropoles de l’Europe occidentale. Paris
Nuevas arterias [...] comunicarían el corazón central de la ciudad con las diferentes estaciones, con el objeto de descongestionarlas. Otras serían parte en el combate con la revolución y la miseria; serían así vías estratégicas, perforando los focos de epidemia como los núcleos de la sublevación, facilitando al tiempo, con la entrada de un aire puro y vivificante, el mejor acceso del ejército, comunicando, como la calle Turbigo, las sedes del gobierno y los cuarteles, o, como el bulevar Príncipe-Eugenio, los cuarteles y los arrabales
G. Laronze
Le baron Haussmann, París, 1932