Guillotina
I. Pie de imagen
- Armazón del cadalso 1a) tablas 1b) postes 1c) ranura 1d) guarniciones de cobre 1d) travesaño
- La cuchilla
- La montura
- Banco
- Yugo móvil
- Rodamientos
- Pilón
- Cesto
- Arrastre
- Cable de tracción
- Muelle
- Freno
- Gatillo
II. […] Disertación de un filántropo: Cómo prevenir los efectos de la rabia.
Presentación –mediocre– del
proyecto (es pesado y locuaz como orador):
Señores, con mi
máquina lo que
yo pretendo conseguir –sólo con un
giro de muñeca– es que se deje el
mundo sin experimentar
dolor alguno. Abiertas risas de la concurrencia, luego un
silencio general; y finalmente acuerdos, presupuestos, peritajes, informes…
[…]
IV. Primeras pruebas en el patio de un taller de la rue Sain André-des-Arts, realizadas con un cordero
vivo.
El
verdugo es un tradicionalista, terco y difícil de ilustrar.
Luego, en el gran anfiteatro del
hospital de Bicêtre, se emplean cinco
cadáveres recientes. Un completo
triunfo: el mecanismo cae como un rayo, salta la
sangre, el
hombre ya no está…
El filántropo
muere: pío, rico, lívido, en la cama, muchos años más tarde, con
todos los sacramentos necesarios.
H.-M. Enzensberger
�??Guillotin�?�, en Mausoleum
I
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Sobre las calles, la manifestación
va allanando todos los obstáculos.
Va afluyendo
la cola, rumorosa.
Ya está cerca del parque.
Llega al puente
Troitski.
Desde el Neva, ocho descargas.
La novena, cansada.
Gente al trote.
A lo lejos:
“¡Venganza!”
Corren por las aceras.
Cae la noche
que la aurora ya no levantará.
Al tronar de descargas,
desde las barricadas otro trueno.
[…]
Obstinada y desnuda, sin sonrojo,
la ciudad se mostraba toda entera.
II
Esos días son como un periódico,
pueden leerse al azar,
por cualquier lado.
Tengo catorce años,
quince dentro de un mes.
[...]
La ciudad sueña.
[…]
La bencina prolongó el ocaso,
y, detrás, se retuerce
aún el rojo gayo de las llamas.
III
En la calle, cuajada,
saludando despacio a las banderas.
Se apagaban los coros a lo lejos
y se despeinó la oscuridad.
Mira el sol, a través de sus gemelos.
Cañoneo y ocaso, todo el día.
[…]
Los crujientes montones de la nieve,
los cadáveres, puestos sobre el suelo
como si se lanzaran a volar.
Ocurrió en nuestro tiempo.
[…]
Esos primeros días de febrero
me enamoré de la tormenta.
B. Pasternak
El año 1905
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: ‘¡No mueras, te amo tanto!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
‘¡No nos dejes! ¡Valor!
¡Vuelve a la vida!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: ‘¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: ‘¡Quédate, hermano!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
C. Vallejo
"Masa", España aparta de mí este cáliz