ambición
Compatriotas y amigos […], si hubiera alguno en toda esta asamblea que profesara a César su amistad, a él le digo que el amor de Bruto hacia César no fue menor que el suyo. Y si ese amigo preguntase por qué Bruto se ha alzado contra César, ésta sería mi contestación: ‘No porque amara a César menos, sino porque amaba a Roma más’. ¿Preferiríais que viviera César a cambio de morir todos esclavos a que esté muerto César y vivir libres? Porque me apreciaba, yo lo lloro; por afortunado lo celebro; lo honro como valiente, pero por ambicioso lo maté. Lágrimas hay en mí para su afecto como júbilo para su fortuna, honra sin duda por su valentía, pero muerte frente a su ambición. ¿Quién aquí hay tan abyecto que acepte y quiera ser esclavo? ¡Si hay alguno, que hable! ¡Le he ofendido! […] ¿Quién tan vil que no ame a su patria?
Julio César
“Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, […] en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, […]; y así, en veinticuatro años, te he hecho muchos servicios en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros […]. Mira, mira, Rey español que no seas cruel ni ingrato a tus vasallos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, tus vasallos te han dado, a costa de su sangre, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y Señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada […]. Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, y aun si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo que allá seríades peor que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de sangre humana; mas no me maravillo de vosotros, pues os llamais siempre menores de edad, […] y vuestro gobierno es aire”. Avísote […], Rey español, […] que por no poder sufrir más las crueldades de tus oidores […], he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra. Y así a Dios solemnemente voto de no dejar ministro tuyo a vida. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Lope de Aguirre, el Peregrino”.
Carta a Felipe II
Las doctrinas de la perfectibilidad y de la edad de oro reunidas excitan, combinadas en el hombre, el dolor de la pérdida y la ambición de recobrar. El sentimiento es pues melancólico y audaz el espíritu. Uno mira hacia atrás, otro adelante [...]. Unir la vida del mundo con el cielo
Discutid cuanto deseéis de la mejor forma de gobierno, que al respecto nada se habrá hecho mientras no destruyáis todos los gérmenes de la ambición y la codicia […]. Pues el único medio de lograrlo es disponer la administración común; suprimir la propiedad particular; vincular realmente a cada hombre al talento y la industria que conoce, y obligarle a depositar luego su fruto en el almacén común a todos; establecer la simple administración de subsistencias, registrándose cosas e individuos y repartiendo aquellas entre todos con la igualdad más escrupulosa
Manifeste des plébeiens
La mentira viaja con gastos pagados por el gobierno; vuela sobre el viento; recorre, en un abrir y cerrar de ojos, un vasto imperio; se encuentra a la vez en las ciudades y en el campo, en los palacios y en las cabañas; en todas partes está bien aposentada y servida: se la cubre de caricias, favores, dinero… La verdad, al contrario, va caminando a pie y a pasos lentos; se arrastra con pena y a su cargo, de ciudad en ciudad, de aldea a aldea; se encuentra obligada a sustraerse a la mirada celosa del gobierno; ha de evitar, de modo simultáneo, a los funcionarios, los jueces y los agentes de la policía; y es odiosa a todas las facciones. Todos los prejuicios y los vicios se amotinan a fin de ultrajarla. La necedad la desconoce o la rechaza. Y aunque brilla con belleza celestial, el odio y la ambición afirman de ella que es tan fea como horripilante. La hipócrita moderación la califica de exagerada e incendiaria, y la falsa cordura la moteja de temeraria y de extravagante, mientras que la maligna tiranía la acusa de violar las leyes y de trastornar la sociedad. La cicuta como los puñales son el precio ordinario a sus lecciones, y con frecuencia expía en el patíbulo sus servicios a la humanidad
Manifeste des plébeiens
Del comportamiento actual de la mujer, de su debilidad por un placer que sustituye en ella la ambición y las pasiones que abren y engrandecen noblemente el espíritu, puede deducirse con justicia que la educación que hasta ahora ha recibido, en concordancia con la constitución de lo que es la sociedad civil, solamente ha buscado convertirla en insignificante objeto de deseo y procreadora de bufones