muerte
Oto, igual a un dios, y su hermano, el célebre Efialtes, fueron los más gallardos y mayores de los hombres que crió la fértil tierra. [...] Y así Oto y Efialtes amenazaron a los inmortales del Olimpo con llevarles el bélico tumulto. Quisieron poner sobre el Olimpo el Osa y, encima del Osa, todavía el frondoso Pelión, para poder asaltar los cielos pero, antes de dar fin a su traza, les dio muerte Apolo, hijo de Zeus, cuando aún eran muy niños
Odisea, XI, vv. 307-320
Eva y Adán
La serpiente […] dijo a la mujer: ‘¿Por qué Dios os ha dicho que no comáis de los árboles del jardín?’ Respondió la mujer a la serpiente: ‘Podemos comer el fruto de sus árboles, mas del fruto del árbol que se encuentra en mitad del jardín nos dijo Dios: ‘No comáis de él, ni lo toquéis, pues moriríais’’. Replicó la serpiente a la mujer: ‘De ninguna manera moriréis. Mas Dios sabe sin duda que el día que comáis de dicho fruto se os abrirán los ojos, conocedores ya del bien y el mal, y seréis como dioses’. Y al ver la mujer que el fruto era bueno de comer, de apetecible aspecto y excelente para lograr la sabiduría, tomó de su fruto y lo comió, y lo dio luego al hombre, a que comiera. Y se abrieron sus ojos ciertamente, y se dieron cuenta de que estaban desnudos
Génesis, 3, 1-7
Creonte.- Dí, ¿sabías que estaba prohibido?
Antígona.- Lo sabía. La cosa estaba clara.
Creonte.- Y, ¿te atreviste a violar las leyes?
Antígona.- No dictó tales leyes la Justicia. [...] Que había de morir ya lo sabía, aunque no me lo hubieras anunciado. [...] Sucumbir a ese lance no me duele.
[...]
Creonte.- Esta insolente ha sabido ir y violar las leyes decretadas. ¡Y aún mayor la insolencia de jactarse! [...] ¿No te avergüenzas de pensar distinto a como lo hacen todos los restantes?
Antígona.- Yo no comparto odio, amor comparto. [...]Si los dioses dan esto por bueno, no reconoceré que haya pecado sino cuando decidan castigarme. [...] Honrar a los hermanos no es vergüenza
Antígona
Harmodio y Aristogitón
Jóvenes aristócratas atenienses de estirpe cadmea, se conjuraron contra los tiranos, logrando darle sólo muerte a Hiparco –uno de los dos hijos de Pisístrato– en la fiesta de las Panateneas del 514 a. C. Muertos los dos por orden de Hipias –que sobrevivió a la conjura siendo tirano aún por cuatro años–, y considerados como héroes, se les dedicaron varios himnos y en el 490, tras la victoria de Maratón contra los persas, se le encargó al escultor Antenor un grupo en bronce que los representaba –el conocido por Los tiranicidas– erigido en el ágora de Atenas –siendo el primer monumento público levantado en honor de unos mortales–.
Nota a partir de Der kleine Pauly, Lexikon der Antike
Compatriotas y amigos […], si hubiera alguno en toda esta asamblea que profesara a César su amistad, a él le digo que el amor de Bruto hacia César no fue menor que el suyo. Y si ese amigo preguntase por qué Bruto se ha alzado contra César, ésta sería mi contestación: ‘No porque amara a César menos, sino porque amaba a Roma más’. ¿Preferiríais que viviera César a cambio de morir todos esclavos a que esté muerto César y vivir libres? Porque me apreciaba, yo lo lloro; por afortunado lo celebro; lo honro como valiente, pero por ambicioso lo maté. Lágrimas hay en mí para su afecto como júbilo para su fortuna, honra sin duda por su valentía, pero muerte frente a su ambición. ¿Quién aquí hay tan abyecto que acepte y quiera ser esclavo? ¡Si hay alguno, que hable! ¡Le he ofendido! […] ¿Quién tan vil que no ame a su patria?
Julio César
“Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, […] en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, […]; y así, en veinticuatro años, te he hecho muchos servicios en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros […]. Mira, mira, Rey español que no seas cruel ni ingrato a tus vasallos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, tus vasallos te han dado, a costa de su sangre, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y Señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada […]. Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, y aun si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo que allá seríades peor que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de sangre humana; mas no me maravillo de vosotros, pues os llamais siempre menores de edad, […] y vuestro gobierno es aire”. Avísote […], Rey español, […] que por no poder sufrir más las crueldades de tus oidores […], he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra. Y así a Dios solemnemente voto de no dejar ministro tuyo a vida. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Lope de Aguirre, el Peregrino”.
Carta a Felipe II
“Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derribó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
[…]
Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo
y quien dejó a Purén desmantelado,
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado.
[…]
Descalzo, destocado, a pie desnudo,
dos pesadas cadenas arrastrando,
con una soga al cuello y grueso nudo
de la cual el verdugo iba tirando,
cercado en torno de armas y el menudo
pueblo detrás, mirando y remirando
si era posible aquello que pasaba,
que, visto por los ojos, aún dudaba.
De esta manera, pues, llegó al tablado
que estaba un tiro de arco del asiento,
media pica del suelo levantado,
de todas partes a la vista exento,
donde con el esfuerzo acostumbrado,
sin mudanza y señal de sentimiento,
por la escala subió tan desenvuelto
como si de prisiones fuera suelto.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo
a un lado y otro la serena frente,
estuvo allí parado un rato, viendo
el gran concurso y multitud de gente
que el increíble caso y estupendo
atónita miraba atentamente,
teniendo a maravilla y gran espanto
haber podido la fortuna tanto.
Llegóse él mismo al palo, donde había
de ser la atroz sentencia ejecutada,
con un semblante tal, que parecía
tener aquel terrible trance en nada,
diciendo: “Pues el hado y suerte mía
me tienen esta suerte aparejada,
venga, que yo la pido, yo la quiero,
que ningún mal hay grande si es postrero”.
[…]
No el aguzado palo penetrante,
por más que las entrañas le rompiese
barrenándole el cuerpo, fue bastante
a que al dolor intenso se rindiese,
que con sereno término y semblante,
sin que labio ni ceja retorciese,
sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.
En esto seis flecheros señalados,
que prevenidos para aquello estaban,
treinta pasos de trecho desviados
por orden y despacio le tiraban;
y, aunque en toda maldad ejercitados,
al despedir la flecha vacilaban,
temiendo poner mano en un tal hombre
de tanta autoridad y tanto nombre.
Mas Fortuna cruel, que ya tenía
tan poco por hacer y tanto hecho,
si tiro alguno avieso allí salía,
forzado el curso le traía derecho,
y en breve, sin dejar parte vacía,
de cien flechas quedó pasado el pecho,
por do aquel grande espíritu echó fuera,
que por menos heridas no cupiera.
[…]
Quedó abiertos los ojos, y de suerte
que por vivo llegaban a mirarle,
que la amarilla y afeada muerte
no pudo aun puesto allí desfigurarle;
era el miedo en los bárbaros tan fuerte
que no osaban dejar de respetarle,
ni allí se vio en alguno tal denuedo
que puesto cerca de él no hubiese miedo.
La voladora Fama presurosa
derramó por la tierra en un momento
la no pensada muerte ignominiosa
causando alteración y movimiento;
luego la turba incrédula y dudosa,
con nueva turbación y desaliento,
corre con prisa y corazón incierto
a ver si era verdad que fuese muerto.
Era el número tanto que bajaba
del contorno y distrito comarcano,
que en ancha y apiñada rueda estaba
siempre cubierto el espacioso llano;
crédito allí a la vista no se daba
si ya no le tocaban con la mano,
y, aun tocado, después les parecía
que era cosa de sueño o fantasía.
No la afrentosa muerte impertinente
para temor del pueblo ejecutada,
ni la falta de un hombre así eminente,
en que nuestra esperanza iba fundada,
amedrentó ni acobardó la gente;
antes, de aquella injuria provocada,
a la cruel satisfacción aspira
llena de nueva sabia y mayor ira”.
La Araucana, canto XXIV
Aunque me encuentro más en mi lugar cuando estoy en el campo que en las sesiones del Partido, no crean que traiciono al socialismo. Moriré en mi puesto, pese a todo: moriré en una lucha callejera o en la celda de cualquier prisión
Prisión de Wronke, 2-5-17
Las vanguardias tienen la mirada fija en dirección al porvenir. […] El presente está hecho de luchas, pero el porvenir nos pertenece. […] Pero el camino es largo y, en buena parte, es desconocido. Si los balbuceos de esta carta logran aclarar alguna cosa, ése fue su objetivo. ¡Patria o muerte! Recibe nuestro saludo ritual como si fuera un apretón de manos o también como un ‘Ave María’.
�??El socialismo y el hombre en Cuba�?�, carta abierta al director de Marcha, semanario de Montevideo, marzo de 1965
“No podemos hacernos ilusiones, […] no habrá libertad sin combatir”. “Pongamos al servicio de la lucha eso poco que podemos dar, nuestro sacrificio, nuestras vidas. Entregar uno de estos días el que será nuestro último suspiro, no importa en qué tierra, pues ya es nuestra, regada como está por nuestra sangre. […] ¡Qué importa dónde la muerte nos encuentre! Bienvenida sea si lo que era nuestro grito de guerra ha sido oído, si otra mano se tiende a seguir empuñando nuestras armas y otros hombres se alzan para entonar aún el canto fúnebre, entre el temblor de la ametralladora y nuevos gritos de guerra y de victoria”.
�??Crear dos, tres�?� muchos Vietnams�?�, mayo de 1967
“En una revolución (si es verdadera) o se vence o se muere”. “Por la presente renuncio formalmente a todos mis cargos en la dirección del partido, así como a mi puesto de ministro, a mi grado de comandante y a mi condición de cubano. Ya nada legal me liga a Cuba, sino sólo otros lazos que nunca podrán ser destruidos como los papeles oficiales. […] Dejo un pueblo que me acogió como a su hijo, y que seguirá constituyendo una buena parte de mi espíritu. Llevaré a los nuevos campos de batalla […] el espíritu revolucionario de mi pueblo junto al sentimiento de cumplir el más sagrado de todos los deberes: luchar contra el imperialismo en todas partes. Eso me reconforta y dulcifica cien veces cualquier tipo de desgarro”.
Carta de despedida a Fidel Castro, 1965
Guillotina I. Pie de imagen
- Armazón del cadalso 1a) tablas 1b) postes 1c) ranura 1d) guarniciones de cobre 1d) travesaño
- La cuchilla
- La hoja
- Los rieles
- La montura
- Banco
- Yugo móvil
- Rodamientos
- Pilón
- Cesto
- Chapa de zinc
- Serrín
- Arrastre
- Cable de tracción
- Muelle
- Freno
- Gatillo
�??Guillotin�?�, en Mausoleum
Los ciudadanos se obligan por contrato, mientras el soberano no se obliga. […] Si se le juzgara inviolable, no podría haber sido destronado. […] El pacto es un contrato establecido entre los ciudadanos, no con el gobierno. Por lo tanto Luis, que no se había obligado, no puede ser juzgado civilmente. […] Estos motivos conducen a no juzgar a Luis como ciudadano, sino como rebelde. […] No hay término medio, este hombre debe reinar o morir
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Oprimió a una nación libre. Abusó de sus leyes. Se declaró como su enemigo. ¿No le pasó revista a las tropas antes del combate? ¿No huyó, en lugar de impedirles tirar? ¿Qué hizo con objeto de evitar el furor criminal de sus soldados? Debe morir para asegurar el reposo del pueblo
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Luis debe por tanto ser juzgado en tanto enemigo y extranjero. Pero además no es necesario que su condena a muerte cuente con la sanción de todo el pueblo. […] Al no poder el pueblo borrar el crimen de la tiranía, el derecho que al hombre corresponde contra la tiranía es personal. No existe un acto de soberanía que pueda obligar, estrictamente, a perdonarlo a un solo ciudadano
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Esa humanidad de la que os hablan no es más que crueldad hacia el pueblo. El perdón que intentan sugeriros es la muerte de la libertad
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
La tiranía arma a muertos contra vivos. Todo en ella es presión y represión
Discurso a la Convención sobre el proyecto constitucional, 24-4-1793
La Insurrección de junio; un episodio: “Hubo incluso mujeres que vertían aceite o agua hirviendo a los soldados […]. En muchas de las tiendas que cerraron, los rebeldes escriben: ‘¡Atención, […] muerte a los rateros y ladrones!’. En las banderas de las barricadas ‘Pan y trabajo’ fue un lema frecuente [...]. Muchos optarían por llevar […], junto con ellos a las barricadas también a sus mujeres y sus hijos, mientras decían: ‘¡Ya que no podremos alimentarlos, moriremos juntos!’. Así, mientras los hombres combatían, muchas mujeres fabricaban pólvora y los chicos fundían nuevas balas empleando cualquier trozo de plomo o estaño que cayera entre sus manos. Algunos se sirvieron de dedales para fabricar sus proyectiles, y a su vez por la noche las muchachas, mientras se detenían los combates para dormir, reunían adoquines para arrastrarlos a las barricadas” Ya en la misma insurrección de junio «forzaron aberturas en los muros, para moverse de una casa a otra»
Geschichte der französischen Arbeiter-Associationen
Cuando cual ruge el océano
rujan las masas hoy mudas
y a morir estén dispuestas
se alzará la Comuna.
Desde todos los caminos
innumerables vendremos,
estrechándonos las manos
y de la sombra surgiendo
Chanson des prisons, 1871
Inclinado a orillas de un arroyo se levanta un sauce que refleja su follaje plateado sobre las claras ondas de las aguas. Allí fue, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas y esas flores purpúreas de alto tallo que nuestros pastores licenciosos nombran en un modo harto grosero y las castas doncellas llaman en cambio ‘dedos de los muertos’. Ofelia trepó allí, por el ramaje, a colgar su corona, hecha de flor y hierba de los campos, cuando se quebró una torpe rama y, con sus trofeos vegetales, vino a caer en el gimiente arroyo. Se extendieron sus ropas, rodeándola, sosteniéndola a flote, como una nereida, un breve espacio. Y ella, mientras, cantaba, aún inconsciente de su propia desgracia, cual si la Natura la dotase para habitar allí en su elemento. Mas no podía prolongarse mucho, pues, al fin, los vestidos, cargados con el peso de las aguas que habían ido absorbiendo poco a poco, arrastraron al fondo a la infeliz, entregada aún al dulce canto, para morir ahogada en la corriente
Hamlet
Los vietnamitas que hoy mueren ante el pelotón de ejecución no esperan que su sacrificio haga reaparecer ningún pasado. Si aceptan morir, es en nombre del futuro y del presente
Peau noire, masques blancs
Pues ahora esa masa anónima, la de toda esa América de color, esa masa sombría, taciturna, que con igual tristeza e inquietud canta a través de todo el continente, esa masa va ahora a penetrar definitivamente ya en su historia; pues ahora comienza a reescribirla con letras de sangre, sí, ahora que empieza a sufrir y morir; porque ahora en efecto en las montañas y los campos de América, en los flancos de sus cordilleras, en sus bosques como en sus llanuras, en la soledad o animación de sus tantas villas y ciudades, al borde de sus océanos enormes y en las orillas de sus grandes ríos vibra todo ese mundo lleno de corazones que palpitan, con los ardientes puños que se encienden del ardiente deseo de morir por aquello que es suyo, conquistar sus derechos pisoteados por unos y otros a lo largo ya de cinco siglos. La historia ha de contar en adelante con los pobres de América, los explotados y los despreciados que han decidido escribir ya por sí mismos, para siempre, su historia. Ya se han puesto en camino, ya los vemos cómo van avanzando, día tras día, realizando una marcha interminable, una marcha de cientos de kilómetros que los lleva al olimpo del gobierno para obtener con ello sus derechos. ¡Ahí los vemos ahora! Van armados de piedras y de palos, de machetes, y avanzan día a día, surgen de todas partes para ocupar las tierras, adherirse a las tierras que son suyas, a esas tierras que les pertenecen y defienden al precio de sus vidas; ahí los vemos alzando sus pancartas, levantando banderas y consignas para hacerlas que floten en el viento. Esa ola de rabia y de coraje, de justicia exigida y de derechos que le han sido negados y robados, que hoy comienza por fin a levantarse en las tierras de América Latina, esa ola ya no se detendrá. […]. Porque toda esa masa, porque toda esa enorme humanidad que de pronto ha gritado “¡basta ya!” ha iniciado una marcha de gigante
�??Discurso en las Naciones Unidas�?�, diciembre de 1964
No hay fronteras en esta lucha a muerte. No podemos ser indiferentes ante lo que pasa hoy en el mundo, porque toda victoria de un país sobre las fuerzas del imperialismo es por sí misma ya nuestra victoria, como toda derrota frente a él de una nación, cualquiera que ella sea, se convertirá en nuestra derrota. El internacionalismo proletario no es sólo un deber para los pueblos en su lucha por el porvenir, sino una necesidad incontestable
�??Discurso de Argel�?�, febrero de 1965
El 8 de mayo del 1945, pronto hará quince años, el pueblo argelino desfiló por las principales ciudades de Argelia reclamando la liberación de los presos políticos y la aplicación ejecutiva de los derechos humanos en el territorio nacional. Al llegar la noche, se contaban muertos argelinos
�??Pourquoi nous employons la violence�?�, discurso de Accra, abril de 1960
En 1945, los muertos de Sétif aún pasaron desapercibidos; en 1947, los muertos de Madagascar aún podían ser el simple objeto de una noticia breve en el periódico; en 1952, las víctimas causadas por la violenta represión en Kenia todavía podían encontrar una indiferencia relativa […]. Las guerras de Corea e Indochina inauguraron una nueva fase
Les Damnés de la terre
Lo que quieren los países coloniales no es un ‘buen gesto’ de los amos, sino sin duda la muerte de esos amos
�??Lettre à la jeunesse africaine�?�
Por debajo de las clases populares y conservadoras se encuentra el substrato de los parias y outsiders, de las otras razas y los otros colores, las clases explotadas y perseguidas, los que están en el paro y los no susceptibles de emplearse. Situados pues al exterior del proceso democrático, […] su oposición es revolucionaria, aunque su conciencia no lo sea. Su oposición golpea el sistema desde fuera, por lo cual el sistema no puede integrarlos; constituye una fuerza elemental que viola realmente las reglas de juego, mostrando, al hacerlo, que es juego trucado. Cuando avanzan reunidos por las calles, carentes de armas y de protección, para reclamar de esa manera lo que son los más básicos derechos civiles, saben que se exponen a los perros, a las piedras, las bombas, las prisiones, los campos de internamiento e incluso la muerte
Eros y civilización
Los que luchan un día, ya son buenos.
Otros luchan un año y son mejores.
Hay también quienes luchan durante años y años;
son muy buenos.
Pero aquellos que luchan
todo a lo largo de la vida,
esos son los imprescindibles
«Cantata de aniversario de la muerte de Lenin»
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: ‘¡No mueras, te amo tanto!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
‘¡No nos dejes! ¡Valor!
¡Vuelve a la vida!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: ‘¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: ‘¡Quédate, hermano!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
"Masa", España aparta de mí este cáliz
Coro.- “Lo realmente importante es comprender.
Muchos responden: sí,
pero en ellos no existe aceptación,
porque no ha existido entendimiento.
Muchos no han sido nunca consultados.
Muchos están de acuerdo erróneamente,
falsamente. Por ello,
lo realmente importante es comprender”.
El maestro.-“No puedes andar, estás enfermo, de manera que, para seguir hasta la ciudad, a pedir ayuda, y regresar al pueblo con socorros con los que curar nuestra epidemia, vamos a tener que abandonarte. Pero la costumbre nos exige que te preguntemos si lo aceptas, como también exige que tu respuesta sea afirmativa”.
El chico.- “Lo comprendo”.
El maestro.-“¿Pides que volvamos?”
El chico.- “No lo hagáis, no debéis volver”.
El maestro.- “¿Aceptas quedar ahí abandonado?”
El chico.- “Sí, estoy conforme”.
Los compañeros.- “Ha dicho sí”.
[…]
El chico.- “Todavía debo decir algo. No quiero quedarme aquí tirado para morir sólo en la montaña. Me tenéis que arrojar al valle”.
Los compañeros.- “No podemos”.
El chico.- “Lo exijo”.
[…]
Coro.- “Entonces los amigos lo tomaron
y, aun lamentando
los amargos caminos de este mundo
y sus amargas leyes,
arrojaron al chico.
Muy apretados unos junto a otros,
acercándose al borde del barranco
y cerrando los ojos, lo arrojaron.
Así, no hubo ninguno más culpable”
El que dice sí
Coro.- “Lo realmente importante es comprender.
Muchos responden: sí,
pero en ellos no existe aceptación,
porque no ha existido entendimiento.
Muchos no han sido nunca consultados.
Muchos están de acuerdo erróneamente,
falsamente. Por ello,
lo realmente importante es comprender”.
El maestro.- “No puedes andar, estás enfermo, y nosotros debemos continuar. Como sabes, la vieja ley exige que al que enferma en un viaje como éste se le ha de arrojar al precipicio. De ese modo, la muerte es inmediata. Mas la costumbre impone que se le pregunte si lo acepta, como también impone que su respuesta sea afirmativa”.
El chico.- “Lo comprendo”.
El maestro.- “¿Pides que volvamos o te muestras de acuerdo en que te arrojemos al barranco tal como lo exige la costumbre?”
El chico.- “No, no estoy de acuerdo”.
Los compañeros.- “¡Ha dicho no! ¿Cómo es que no aceptas lo que tiene dispuesto la costumbre? Aceptaste antes de partir cuanto resultara de este viaje y dijiste que te conformarías… ¡Quien dijo a debe decir b!”
El chico.- “Mi aceptación fue equivocada, pero la pregunta más aún. ¡Quien dice a no ha de decir b! He salido de viaje para volver con unas medicinas y curar a mi madre que está enferma, pero ahora soy yo el que está enfermo. Vuestro viaje es de estudios y lo podéis hacer más adelante. Y además, si hay algo que aprender, es a valorar exactamente la situación en que nos encontramos. De la vieja costumbre, me parece que es equivocada. Hemos de imponernos una nueva, y además imponerla cuanto antes: la de que a cada nueva situación hay que replantearse lo que hacer”.
Los compañeros.- “Lo que nos dice el chico no es heroico, pero en cambio parece razonable […]. Una antigua costumbre como ésa no nos debe impedir aceptar la verdad de un pensamiento…”.
Coro.- “Entonces los amigos lo tomaron
para fundar ahora un nuevo uso
y promulgar una nueva ley.
Lo llevaron de vuelta, caminando
apretados unos junto a otros,
afrontando las burlas, los escarnios,
con los ojos cerrados, y ninguno
entre ellos era más cobarde”.
El que dice no
Cuando cual ruge el océano
rujan las masas hoy mudas
y a morir estén dispuestas
se alzará la Comuna.
Desde todos los caminos
innumerables vendremos,
estrechándonos las manos
y de la sombra surgiendo.
�??Chanson des prisons�?�, 1871
Pregunta: Si todo se hundiera en el caos hasta no quedar ya ni un ser vivo, [...] ¿suscribirías aún ese combate?”.
Respuesta: Sin duda.
Pregunta: ¿Por qué?
Respuesta: Porque a Dios le complace que los hombres quieran morir por su libertad.
Pregunta: ¿Qué le repugna?
Respuesta: Los esclavos vivos
Catecismo alemán