raza
Raza de Caín, ¿tu suplicio
podrá tener nunca fin?
[...]
Raza de Caín, tu tarea
aún no está terminada.
[...]
Raza de Caín, sube al cielo
y arroja a la tierra a Dios
Les Fleurs du mal, �??Révolte �?? �??Abel et Caïn�?�, vv. 7-8, 27-28 y 31-32
Será bueno decir algunas cosas. […] Yo diría que el Negro no es un hombre. […] Que el Negro es un hombre negro. […] El que adora a los negros es tan ‘enfermo’ como el que los detesta. Inversamente, el Negro que pretende blanquear su raza es tan desgraciado como aquel que predica en cambio el odio al Blanco. […] El Blanco está encerrado en su blancura. Y el Negro lo está en su negrura. […] El negro, esclavo de su inferioridad; el Blanco, esclavo de su superioridad
Peau noire, masques blancs
En Martinica es raro constatar posiciones raciales muy estrictas. El problema racial viene englobado en la discriminación de carácter económico […]. En consecuencia, un obrero Negro se alineará sin diferencias con el obrero mulato contra el Negro burgués. Las historias raciales son realmente una superestructura, como un manto que encubre la realidad económica existente
�??Antillanos y africanos�?�
La noción subjetiva, existencial, étnica, de negritud ‘pasa’, como dice Hegel, a la –objetiva, positiva, exacta– de proletariado. Así, para Césaire, dice Senghor, el ‘Blanco’ simboliza el capital, como el negro el trabajo. A través de los hombres de piel negra, de su raza, es la lucha del proletariado mundial lo que canta.
Peau noire, masques blancs
África, he guardado tu memoria. África,
estás en mí
tal como la espina está en la herida.
[…]
SIN EMBARGO
no quiero ser sino de vuestra raza,
campesinos y obreros de todos los países…
…obrero blanco de Detroit, peón negro de Alabama,
innumerable pueblo de las galeras del capitalismo,
el destino nos alza, hombro con hombro
y, renegando del viejo maleficio del tabú de la sangre,
hollamos los escombros de nuestras soledades.
Si el torrente es frontera,
le hemos de arrancar la cabellera a la arroyada
inagotable.
Si la Sierra es frontera,
le partiremos la mandíbula al volcán
Bois d???ébène
No, no tengo el derecho, en tanto que hombre de color, de andarme buscando en qué es mi raza superior o inferior a otra raza
Peau noire, masques blancs
Por debajo de las clases populares y conservadoras se encuentra el substrato de los parias y outsiders, de las otras razas y los otros colores, las clases explotadas y perseguidas, los que están en el paro y los no susceptibles de emplearse. Situados pues al exterior del proceso democrático, […] su oposición es revolucionaria, aunque su conciencia no lo sea. Su oposición golpea el sistema desde fuera, por lo cual el sistema no puede integrarlos; constituye una fuerza elemental que viola realmente las reglas de juego, mostrando, al hacerlo, que es juego trucado. Cuando avanzan reunidos por las calles, carentes de armas y de protección, para reclamar de esa manera lo que son los más básicos derechos civiles, saben que se exponen a los perros, a las piedras, las bombas, las prisiones, los campos de internamiento e incluso la muerte
Eros y civilización
Profecía
En el mundo había un hijo
que fue un día a Calabria:
era verano, estaban
las bellotas vacías
–como en los cuentos de hadas–,
con el color del hambre.
Cual pocilgas sin cerdos
en el centro de huertos esquilmados,
y de campos sin tierra,
y arenosas riberas desecadas.
Las campiñas,
cultivo de la luna,
las espigas crecidas por boca de esqueletos.
El viento del mar jónico
sacudía la paja, renegrida,
como en sueños proféticos. /Y la luna fecal, que cultivaba
las tierras que el estío nunca amó.
[…]
¡Pero allí no hay quien viva!
¡Ah!, decidme, ¿aún por cuánto tiempo
y con tanta grandeza luchará
el obrero, en Milán, por su salario?
Sí, que del hijo los quemados ojos,
de la luna, en las trágicas hectáreas,
ven lo que su lejano
hermano del norte desconoce.
[…]
¡Ah!, obrero de Milán, ¿por cuánto tiempo
sólo lucharás por el salario?
¿No lo ves? Como a un santo
te veneran.
Allá arriba en verdad te llevarían,
desde sus viejas tierras,
animales y frutos, cual fetiches oscuros,
para depositarlos, poseídos del orgullo del rito,
en tus pobres cuartuchos siglo veinte,
entre nevera y televisión,
atraídos por tu divinidad.
Tú, de las Comisiones,
del Sindicato, divinidad aliada
con el maravilloso sol del Norte.
En su tierra de tan diversas razas
la luna labra un campo
que tú le has cedido inútilmente.
[…]
Alí el de Ojos Azules,
uno de tantos hijos de los hijos,
viajará desde Argel, sobre las naves,
a vela y remo y, con él, miles de hombres
con sus cuerpos pequeños
y ojos de perros pobres de sus padres,
sobre barcas varadas en los Reinos del Hambre.
Se traerán con ellos a sus niños,
y se traerán envuelto el pan y el queso
dentro de los papeles amarillos del Lunes de Pascua.
Traerán las abuelas y los asnos
en trirremes robadas
de los viejos puertos coloniales.
Desembarcarán en Palmi o en Crotona,
por millones, vistiendo asiáticos andrajos
y camisas a la americana.
Como pillos que hablan a otros pillos,
de repente dirán los calabreses:
‘Miradlos, son los viejos hermanos,
con el pan y el queso y con los hijos’.
Y subirán de Crotona o Palmi
hasta Nápoles, hasta Barcelona,
y hasta Tesalónica y Marsella,
a las Ciudades de la Mala Vida.
Almas y ángeles, piojos y ratones
que, con el germen de la Historia Antigua, /volarán frente a las wilaye
�??Profezia�?�, en Poesia in forma di rosa, 1961-1964
¿No han violado el principio de igualdad al haber despojado del derecho de participar, al crear las leyes, a la mitad de la raza humana, cuando han excluido a las mujeres del derecho de ciudadanía?
Sur l???admission des femmes au droit de cité
La campaña abolicionista supuso para las mujeres un refugio donde podían verse valoradas por trabajos concretos. La intensidad, el apasionamiento y el carácter incondicional de su compromiso en la batalla contra la esclavitud quizá se deban a que experimentaban una alternativa emocionante a sus vidas domésticas, y al oponerse a una opresión que guardaba semejanza con la suya. (…) Al cursar peticiones manifestando su oposición a la esclavitud, las mujeres se vieron conminadas a defender simultáneamente su derecho a implicarse al interior del trabajo político. ¿De qué otro modo podían –privadas como estaban todavía del derecho a votar– convencer al gobierno de que aceptara sus firmas si no era impugnando de modo violento la validez de su exilio de la actividad política?