fin
¡Tú eres aquel que, en alianza mutua,
unidos por un plan, por ideales,
por idéntico azar y una esperanza,
a la gloriosa empresa te sumaste
junto a mí aquella vez! Ahora nos une
en hado similar el infortunio:
ya ves desde qué altura y en qué sima
tan profunda nos hemos sumergido.
[...]
Pero no ha de importar; pese a los males
que me pueda infligir quien me ha vencido,
yo nunca he de cambiar ni arrepentirme,
[...]
sensible a las ofensas y a la injuria
que a plantar cara a Dios me condujeron,
llevando tras de mí al atroz combate
un batallón de Espíritus enorme
que el reino celestial menospreciaron,
prefiriéndome a él y combatiendo
con adverso poder el poder sumo
en indecisa lid por las llanuras
del Cielo, hasta mover su regio trono.
¿Qué importa fracasar en la batalla?
No todo se perdió si mantenemos
esta sed de venganza y este empuje,
este odio sin fin y esta entereza
que no se ha de rendir ni someterse.
¿Quién puede proclamar que me ha vencido?
[...]
La experiencia adquirida, igual armados,
con mayor precisión y fundamento
podemos combatir, en guerra eterna,
a ese gran enemigo, que ahora triunfa
[...]
como eterno tirano de los Cielos
Paradise Lost, I, vv. 84-124
Raza de Caín, ¿tu suplicio
podrá tener nunca fin?
[...]
Raza de Caín, tu tarea
aún no está terminada.
[...]
Raza de Caín, sube al cielo
y arroja a la tierra a Dios
Les Fleurs du mal, �??Révolte �?? �??Abel et Caïn�?�, vv. 7-8, 27-28 y 31-32
Y, al salir del vientre de su madre, se los tragaba el poderoso Crono, para que ningún otro que él [...] fuera a reinar entre los Inmortales. Pues sabía por Gea y por Urano que estaba destinado a sucumbir al fin a manos de su propio hijo. Y así no descuidó su vigilancia sino que, observando atentamente, devoraba a sus hijos
Teogonía, vv. 459-469
Oto, igual a un dios, y su hermano, el célebre Efialtes, fueron los más gallardos y mayores de los hombres que crió la fértil tierra. [...] Y así Oto y Efialtes amenazaron a los inmortales del Olimpo con llevarles el bélico tumulto. Quisieron poner sobre el Olimpo el Osa y, encima del Osa, todavía el frondoso Pelión, para poder asaltar los cielos pero, antes de dar fin a su traza, les dio muerte Apolo, hijo de Zeus, cuando aún eran muy niños
Odisea, XI, vv. 307-320
Decidida al fin la insurrección, no servirá de nada en absoluto si no es de carácter general
Les Chaînes de l???esclavage
Tal como un río mina poco a poco los diques que le oponen para luego romperlos de repente, así mismo el poder ejecutivo va procediendo oculta y sordamente hasta que al fin derriba sus barreras
Les Chaînes de l???esclavage
La fiesta revolucionaria, que pretende ser instituyente de una sociedad por fin eterna, realiza un inmenso esfuerzo para conjurar la decadencia [...], regularizar el tiempo de la Revolución, ocultar sus saltos y accidentes
La Fête révolutionnaire
Mientras que se extiende, irresistible, la intensa marea luminosa, los islotes oscuros disminuyen para, por fin, desaparecer
Consideraciones destinadas a rectificar el juicio público sobre la gran Revolución francesa
Si los hombres, en estado natural, nacen todos iguales en derecho, de hecho en cambio no nacen iguales, dado que la fuerza y el instinto, que también vienen por naturaleza, establecen entre ellos una gran desigualdad de suerte, pese a la igualdad en los derechos; mas su reunión y sus instituciones no pueden tener otro objetivo que mantener de hecho esa igualdad en el derecho, protegiendo al débil de la opresión del fuerte, y sometiendo así la industria de unos a la común utilidad de todos. El error más funesto y más cruel en que ha caído la Constituyente, al igual que la Legislativa y, por fin, que la Convención, al seguir en esto servilmente a los legisladores diferentes que las han precedido, es no haber señalado límites al derecho de propiedad y abandonar al pueblo a las especulaciones ávidas del rico
Manifeste des plébeiens
La República, hoy, se encuentra unida para destruir por fin la aristocracia
Informe sobre los encarcelados, 26-2-1794
Las revoluciones marchan siempre desde el crimen hacia la virtud, de la debilidad hacia la audacia. […] Quien hace a medias la revolución no hace más que cavar su propia tumba […]. ¡Sólo con la espada se podrá crear por fin la libertad del pueblo! […] ¡Que la nación se levante en armas! […] ¡Atreveos! Toda la política de la que brota la revolución vive al interior de esa palabra
Informe sobre los encarcelados, 26-2-1794
Propuesta de dar nombres a las calles en el período revolucionario: «Alguien [...] quiso ponerles a las calles y a los callejones parisinos denominaciones de virtudes y de sentimientos generosos, sin caer en la cuenta de que aquella nomenclatura moralista era demasiado limitada para las muchas calles existentes [...]. Por lo demás se advierte en el proyecto la existencia de cierta ordenación para la atribución de dichos nombres; la calle de la Justicia por ejemplo, o la calle de la Humanidad, debían conducir hacia la calle de la Felicidad directamente [...], mientras la calle de la Probidad [...] debía atravesar París entero hasta alcanzar a los mejores barrios»
Paris a la fin du dix-huitième siècle
En la fase madura y elevada de una sociedad ya comunista, cuando al fin el servil sometimiento de los individuos al sistema de división del trabajo hoy imperante, y por lo mismo la contradicción entre trabajo intelectual y manual, hayan realmente desaparecido, cuando el trabajo se haya convertido no en un mero medio de vivir sino en la primera de las necesidades de la vida, cuando a través del desarrollo multipolar de los individuos también crezcan las fuerzas productivas [...], tan sólo entonces ha de superarse el estrecho horizonte del derecho que es el propio de la burguesía, para al fin escribir en las banderas correspondientes a esa sociedad: ¡De cada uno por su capacidad! ¡A cada uno por sus necesidades!
Randglossen zum Programm der deutschen Arbeiterpartei
Movimientos insurreccionales bajo el reinado de Luis Felipe: “Es en 1832 cuando por fin la bandera roja hace su aparición por vez primera”
Histoire sincère de la nation française
La tarea que me fue encomendada: poner fin al viejo ordenamiento judicial y abolir el derecho [...]. No limitarse a ‘cambiar el nombre de las calles’ y ‘poner los letreros del revés’, sino trabajar en una demolición y reorganización radicales” […]. En la ciencia, tal como en la vida, aún está muy de moda limitarse a cambiar el nombre de las calles en vez de rehacer el empedrado, o pintar de rojo las viejas paredes que se derrumban, en vez de rehacerlas
La función revolucionaria del Derecho y el Estado
Inclinado a orillas de un arroyo se levanta un sauce que refleja su follaje plateado sobre las claras ondas de las aguas. Allí fue, adornada con caprichosas guirnaldas de ranúnculos, ortigas, velloritas y esas flores purpúreas de alto tallo que nuestros pastores licenciosos nombran en un modo harto grosero y las castas doncellas llaman en cambio ‘dedos de los muertos’. Ofelia trepó allí, por el ramaje, a colgar su corona, hecha de flor y hierba de los campos, cuando se quebró una torpe rama y, con sus trofeos vegetales, vino a caer en el gimiente arroyo. Se extendieron sus ropas, rodeándola, sosteniéndola a flote, como una nereida, un breve espacio. Y ella, mientras, cantaba, aún inconsciente de su propia desgracia, cual si la Natura la dotase para habitar allí en su elemento. Mas no podía prolongarse mucho, pues, al fin, los vestidos, cargados con el peso de las aguas que habían ido absorbiendo poco a poco, arrastraron al fondo a la infeliz, entregada aún al dulce canto, para morir ahogada en la corriente
Hamlet
Las algas se prendían de su cuerpo,
lentamente se hizo más pesada.
Fríos peces nadaban por sus piernas,
animales y plantas que su último viaje iban aun dificultando.
[…]
Corrompido en el agua ya su pálido cuerpo,
Dios la fue olvidando muy despacio,
primero su rostro, luego las manos y, por fin, su pelo.
Era ya una carroña, entre tantas carroñas de los ríos
«De la muchacha ahogada», [Poema homenaje a la dirigente revolucionaria asesinada Rosa Luxemburg]
Empezar.
¿Empezar qué?
Lo único que vale la pena empezar en el mundo: el fin del mundo
Cahier d???un retour au pays natal
Pues ahora esa masa anónima, la de toda esa América de color, esa masa sombría, taciturna, que con igual tristeza e inquietud canta a través de todo el continente, esa masa va ahora a penetrar definitivamente ya en su historia; pues ahora comienza a reescribirla con letras de sangre, sí, ahora que empieza a sufrir y morir; porque ahora en efecto en las montañas y los campos de América, en los flancos de sus cordilleras, en sus bosques como en sus llanuras, en la soledad o animación de sus tantas villas y ciudades, al borde de sus océanos enormes y en las orillas de sus grandes ríos vibra todo ese mundo lleno de corazones que palpitan, con los ardientes puños que se encienden del ardiente deseo de morir por aquello que es suyo, conquistar sus derechos pisoteados por unos y otros a lo largo ya de cinco siglos. La historia ha de contar en adelante con los pobres de América, los explotados y los despreciados que han decidido escribir ya por sí mismos, para siempre, su historia. Ya se han puesto en camino, ya los vemos cómo van avanzando, día tras día, realizando una marcha interminable, una marcha de cientos de kilómetros que los lleva al olimpo del gobierno para obtener con ello sus derechos. ¡Ahí los vemos ahora! Van armados de piedras y de palos, de machetes, y avanzan día a día, surgen de todas partes para ocupar las tierras, adherirse a las tierras que son suyas, a esas tierras que les pertenecen y defienden al precio de sus vidas; ahí los vemos alzando sus pancartas, levantando banderas y consignas para hacerlas que floten en el viento. Esa ola de rabia y de coraje, de justicia exigida y de derechos que le han sido negados y robados, que hoy comienza por fin a levantarse en las tierras de América Latina, esa ola ya no se detendrá. […]. Porque toda esa masa, porque toda esa enorme humanidad que de pronto ha gritado “¡basta ya!” ha iniciado una marcha de gigante
�??Discurso en las Naciones Unidas�?�, diciembre de 1964
Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: ‘¡No mueras, te amo tanto!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Se le acercaron dos y repitiéronle:
‘¡No nos dejes! ¡Valor!
¡Vuelve a la vida!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Acudieron a él veinte, cien, mil, quinientos mil,
clamando: ‘¡Tanto amor y no poder nada contra la muerte!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Le rodearon millones de individuos,
con un ruego común: ‘¡Quédate, hermano!’
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.
Entonces, todos los hombres de la tierra
le rodearon; les vio el cadáver, triste, emocionado;
incorporóse lentamente,
abrazó al primer hombre; echóse a andar.
"Masa", España aparta de mí este cáliz
Parábola de Buda sobre la casa en llamas
Enseñaba Gautama
el saber de la rueda del deseo
donde estamos atados, sugiriendo
borrar toda ansiedad y aspiración
para entrar sin pasiones en la nada
que llamaba Nirvana.
Los discípulos entonces preguntaron:
“¿Cómo es, Maestro, esa Nada?
Porque todos estamos decididos
a abdicar del deseo, cual sugieres.
Mas, para ello, dinos si esa Nada
en la que debemos adentrarnos
equivaldría a la unificación
absoluta con todo lo creado
si, ligeros de cuerpo,
libres de pensamientos, indolentes,
flotamos sobre el agua, al mediodía;
o si, estando sumidos en el sueño,
inconscientes de todo, sin embargo,
nos cubrimos de nuevo con la manta.
Dinos pues si esa Nada es algo alegre,
si es buena o, al contrario, si tu Nada
no será sino nada,
frío y vacío sin significación”.
Calló entonces el Buda mucho rato
hasta, por fin, decir, indiferente:
“Nada que responder a esa pregunta”.
Pero luego, a la noche,
cuando aquellos ya se habían ido,
bajo el árbol del pan sentado, el Buda,
a los que nada habían preguntado,
les expuso por fin esta parábola:
“Vi hace poco una casa. Estaba ardiendo.
Comenzaban las llamas a lamer
ya los techos. Entré. Aún había gente.
Fui de nuevo a la puerta y, desde ella,
los llamé a grandes voces, advirtiendo
que ya ardía el tejado,
que salieran de allí a toda prisa.
Pero no parecían apurarse.
Uno me preguntó, mientras el fuego
comenzaba a chispearle entre las cejas,
cómo se estaba afuera, si llovía,
si quizá no soplaba mucho viento,
si habría otra casa,
y otras muchas cuestiones semejantes.
Sin responderle nada, salí afuera.
Éstos, pensé, arderán,
antes de terminar con sus preguntas.
En verdad os digo, amigos,
que aquél al que el fuego no le queme
como para querer cambiar de sitio
y prefiera quedarse ahí, ardiendo,
a ése nada tengo que decirle
Svendborger Gedichte, 1939
La mentira viaja con gastos pagados por el gobierno; vuela sobre el viento; recorre, en un abrir y cerrar de ojos, un vasto imperio; se encuentra a la vez en las ciudades y en el campo, en los palacios y en las cabañas; en todas partes está bien aposentada y servida: se la cubre de caricias, favores, dinero… La verdad, al contrario, va caminando a pie y a pasos lentos; se arrastra con pena y a su cargo, de ciudad en ciudad, de aldea a aldea; se encuentra obligada a sustraerse a la mirada celosa del gobierno; ha de evitar, de modo simultáneo, a los funcionarios, los jueces y los agentes de la policía; y es odiosa a todas las facciones. Todos los prejuicios y los vicios se amotinan a fin de ultrajarla. La necedad la desconoce o la rechaza. Y aunque brilla con belleza celestial, el odio y la ambición afirman de ella que es tan fea como horripilante. La hipócrita moderación la califica de exagerada e incendiaria, y la falsa cordura la moteja de temeraria y de extravagante, mientras que la maligna tiranía la acusa de violar las leyes y de trastornar la sociedad. La cicuta como los puñales son el precio ordinario a sus lecciones, y con frecuencia expía en el patíbulo sus servicios a la humanidad
Manifeste des plébeiens
En los decenios de antes del diluvio
hubo algunas crecidas.
Pero, aun siendo pequeñas,
a distancias algo irregulares
y en distinta medida
las aguas desbordaron de las costas. Y así, en ciertas comarcas,
se acostumbró la gente hasta tal punto
a las inundaciones que empezaron
a habitar grandes barcas,
incluso en los tiempos de sequía.
La construcción naval tuvo un impulso muy intenso. Antes, nunca
se construyeron diques tan potentes
como en el tiempo de antes del diluvio.
Y así llegó un año
en que el peligro de la inundación finalmente se dio por superado.
En el año siguiente
vino al fin el diluvio, sumergiendo
todos los diques, con sus constructores
Respuesta del dialéctico
La libertad cívica y política sigue siendo y será, eternamente, sin duda el más sagrado de los bienes, el fin más digno de cualquier esfuerzo y, de toda cultura, ciertamente el centro principal.
carta al duque de Augustenburg, 13 de julio de 1793
La verdad, que pretenden mantener enterrada y oculta, bajo tierra se viene condensando, y así cobra tal fuerza de explosión que, el día que estalla, hace saltar por fin todo con ella.
Yo acuso.
Sí, acuso y no ignoro que con ello me expongo a un proceso por delito de difamación. Pero a ello me expongo de buen grado.
El acto que realizo de este modo no es sino un medio revolucionario de acelerar y provocar la explosión de la verdad y la justicia.
Yo acuso y espero.
La verdad está en marcha y nada la detendrá
�??J�??accuse�?�!�?�