“Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, […] en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, […]; y así, en veinticuatro años, te he hecho muchos servicios en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros […].
Mira, mira, Rey español que no seas cruel ni ingrato a tus vasallos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, tus vasallos te han dado, a costa de su sangre, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y Señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada […].
Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, y aun si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo que allá seríades peor que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de sangre humana; mas no me maravillo de vosotros, pues os llamais siempre menores de edad, […] y vuestro gobierno es aire”.
Avísote […], Rey español, […] que por no poder sufrir más las crueldades de tus oidores […], he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra.
Y así a Dios solemnemente voto de no dejar ministro tuyo a vida.
Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud.
Lope de Aguirre, el Peregrino”.
L. de Aguirre
Carta a Felipe II
Por favor especial y en virtud de su propia iniciativa, el rey perdona a Wolsey los crímenes, traiciones y atentados, cualesquiera que haya cometido o en adelante pueda cometer
�??Carta de garantía de Enrique VIII al cardenal Wolsey, su ministro�?�, en T. Macaulay, History of England
El pueblo no tiene interés en hacer la guerra. El ejecutivo encuentra en ella, al contrario, el aumento de su crédito, dado que le ofrece mil diversos medios de practicar la usurpación. Por eso mi intención es proponeros que el ministerio militar, desligado del ejecutivo, no dependa sino de vosotros y os quede sometido de inmediato. Si queréis que vuestra institución sea realmente duradera en un pueblo que ya no tiene órdenes, evitemos que la magistratura se encamine hacia una nueva orden, una especie de nuevo patriarcado, al dirigir las armas y el ejército libremente, según su voluntad. Pues la guerra no tiene ningún freno ni una regla fijada en unas leyes, con lo cual, en sus avatares, siempre se conforman sus acciones como actos de pura voluntad. Es preciso que no haya en el Estado más que una sola voluntad, y que la voluntad que hace las leyes dirija las acciones de la guerra
L.-A.-L. de Saint-Just
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793