contrario
Todo tiene un precio o, al contrario, una dignidad. Lo que tiene precio puede ser simplemente reemplazado por alguna cosa equivalente. Pero lo superior a todo precio, por lo mismo no admite equivalente. Eso es lo que tiene dignidad.
Fundamentos de la metafísica de las costumbres
Investiga las diferencias existentes entre los movimientos y los choques de las aguas más turbias y las claras, de las corrientes más arrebatadas o, al contrario, de las más calmosas, de las crecidas y de los estiajes, entre la rabia de las inundaciones y las corrientes más superficiales, entre el empuje de las torrenteras frente a la cólera de los anchos ríos. [...] Y, después, transcribe los distintos tipos de los choques: en la superficie, en el medio y en el fondo; y después las distintas clases de inclinaciones y de resistencias, y aún después sus distintas formas. [...] Investiga la naturaleza de la repentina crecida y furia de los ríos, de la hinchazón creciente de las aguas
El libro del agua
Pues el extremo toca en el extremo, y lo contrario anuncia su contrario
Los trabajadores del mar
La potencia está del lado de la fuente, es decir, del lado del recurso, denotando el modo en que un torrente, por aquello que es su fuerza intrínseca, crea, forma la forma que el lecho del río va a adoptar. El poder, al contrario, está más bien del lado del canal o del embalse. […] A ese motor intrínseco le corresponde el nombre de una dínamys
Soulèvements
Por más que esto no cese y continue con todo su horror y su bajeza, y cada día que pasa supere todo límite y medida, me mantendré bien firme como si me enfrentara a un elemento, a un eclipse, a un diluvio, a un huracán, no a la medida de lo ético sino como algo dado, como objeto de indagación y comprensión. […] Tales son los caminos, objetivos, reales, de la Historia, y es preciso seguirlos sin dejarse perder la dirección. E incluso me asalta el sentimiento de que esta ciénaga moral en la cual aún flotamos malamente, esta casa de locos gigantesca dentro de la cual sobrevivimos, de repente, de hoy para mañana, bajo el poder de una varita mágica, se podría mudar en lo contrario, algo de verdad heroico y grande; si la guerra sigue un par de años creo que todo tiene que cambiar
Prisión de Wronke, noviembre de 1917
El pueblo no tiene interés en hacer la guerra. El ejecutivo encuentra en ella, al contrario, el aumento de su crédito, dado que le ofrece mil diversos medios de practicar la usurpación. Por eso mi intención es proponeros que el ministerio militar, desligado del ejecutivo, no dependa sino de vosotros y os quede sometido de inmediato. Si queréis que vuestra institución sea realmente duradera en un pueblo que ya no tiene órdenes, evitemos que la magistratura se encamine hacia una nueva orden, una especie de nuevo patriarcado, al dirigir las armas y el ejército libremente, según su voluntad. Pues la guerra no tiene ningún freno ni una regla fijada en unas leyes, con lo cual, en sus avatares, siempre se conforman sus acciones como actos de pura voluntad. Es preciso que no haya en el Estado más que una sola voluntad, y que la voluntad que hace las leyes dirija las acciones de la guerra
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
Si les quitáis las tierras que poseen a los canallas y los desalmados y se las dais a los desgraciados sí que habréis hecho una Revolución. Pero si sucediera lo contrario, si otros grandes hubieran ocupado el lugar de los anteriores […], la Revolución no habrá existido; no se podrá esperar ya la virtud ni la felicidad en esta tierra
Informe sobre las facciones en el extranjero, 13-3-1794
La Ciudad se encuentra dividida formando siete círculos enormes que, a través de cuatro grandes vías, se comunican sucesivamente. […] Son un pueblo oriundo de la India entre el cual había muchos hombres dedicados a filosofar. Huyendo de las tropelías de los tártaros y el abuso de toda clase de tiranos, fueron a parar a aquella ; […] Resolviendo organizar allí su vida la planificaron en común, tal como enseña la filosofía. […] Una de las costumbres principales es la comunidad de las mujeres, como también ocurre con las cosas. Todo es allí de propiedad común […] de manera que todos participan del alimento en forma equitativa, tal como lo hacen con las ciencias, los honores y las diversiones, sin que nadie pueda en ningún caso apropiarse de nada en exclusiva. En su opinión, toda propiedad ha surgido de que cada individuo quiere para él solo una mujer y una familia y una casa, de lo que viene todo el egoísmo […], con lo cual viene cada uno a robarle a la comunidad. […] Les parece de lo más extraño que consideremos como innoble al que practica un arte manual, mientras que creemos que son nobles los que, sin tener ningún oficio y rodeados de enjambres de sirvientes, se abandonan al ocio y la lascivia, con un daño evidente para el bienestar de la república. […] Ahora bien, al que sabe más oficios es al que consideran el más noble […], y además los trabajos fatigosos de entre los trabajos productivos son también los más considerados, por lo que ninguno los rechaza. […] Todos tratan sin duda de quedar primero en el trabajo […], pues a todo aquel que sobresale en la actividad que realiza le conceden el título de rey (uno que se reserva a los mejores, no a los que no saben hacer nada). […] La superioridad, cada seis meses, determina quién ha de dormir habitando en uno u otro círculo y ocupando tal o cual estancia, después de lo cual vuelve a cambiar […], y cada actividad u ocupación – manual o especulativa– es común a los ciudadanos, sin que importe ser de uno u otro sexo. […] Cada círculo tiene sus cocinas y sus grandes despensas colectivas […], comen en grandes mesas, reunidos, […]se afanan todos por servir […] porque nadie cree rebajarse al prestar los servicios necesarios en los comedores y cocinas, o en los almacenes y talleres, […] y cada uno tiene su porción. […]Todos visten de blanco, con un traje determinado por las estaciones. […] La planta baja de los edificios se dedica a graneros y talleres, guardarropas, despensas, comedores y lavanderías comunales; […] allí adentro se ejercen los oficios, mientras que los espacios superiores –todos adornados con pinturas– se reservan a la actividad de carácter especulativo, sobre cuya materia se realizan, en los atrios, los cursos y lecciones. [….] Y así, como todas las tareas, las artísticas como las manuales, se reparten y se hacen entre todos, cada ciudadano no trabaja sino cada día cuatro horas, dedicándose luego todo el resto a perfeccionarse en cuanto hace a los aspectos físico y moral. […] No hay allí esclavitud ni servidumbre […], ni hay avidez alguna de riquezas ni por poseer plata ni oro –que tan sólo se encuentran destinados a fabricar algunos utensilios que también emplean en común– […], porque nadie carece de cuanto le sea necesario –y aun lo que su capricho le sugiera–. […] La posesión de bienes, en efecto, no les despierta la menor codicia, puesto que realmente todo el mundo tiene allí cuanto necesita, más aquello que pueda recibir en calidad de premio o galardón, dado que la república acostumbra hacer ciertos regalos a sus héroes. […] De este modo, la vida colectiva hace a cada uno, al tiempo, rico y pobre: rico porque lo posee todo, pobre porque nada es sólo suyo; pero nadie se afana o se preocupa de servir a las cosas, sino, al contrario, de servirse de ellas. […] Cierto que no ignoran el dinero, acuñando moneda destinada a las actividades exteriores de sus embajadores y emisarios. Pero, al contrario, de los mercaderes que, procedentes de los demás países, han llegado hasta allí, interesados por el exceso de su producción, nunca les piden que les den dinero, sino las diferentes mercancías de las cuales carezca la Ciudad. […] Deliberan, reunidos en Consejo, sobre lo que el pueblo necesita, e invisten a los magistrados designados para cada cargo en la Asamblea General, relevándolos luego, en su momento, por acuerdo del pueblo en su conjunto. […] Tratan muy bien a los extranjeros […], enseñándoles todo aquel Estado para que vean el orden que allí reina (porque están firmemente convencidos de que al final el mundo entero no tendrá otro destino y solución que adoptar aquel modo de vida), y permiten que vayan al Consejo y a sentarse en la mesa colectiva. Y, si quieren unirse a aquel Estado, los someten a prueba y luego adoptan la resolución correspondiente. […] En lo que hace a la procreación, todo el mundo se encuentra sometido a lo que ordenan las autoridades, pues la progenie es considerada como bien público, no particular
La Ciudad del Sol
Lo más que puede lograr la insurrección en el terreno propio de la táctica es el construir y defender solamente una barricada. […] Ya en la época clásica de las luchas urbanas [...] la barricada tuvo en todo caso más efecto moral que material. Se trataba tan sólo de quebrar la firmeza de los militares. Si resistían hasta conseguirlo, se había alcanzado la victoria; de lo contrario, estaban derrotados
introducción a K. Marx, La lucha de clases en Francia
¡Nuevos Josués, al pie de cada torre,
por detener el curso de la hora
iban tirando contra los relojes.
[Los autores añaden esta nota]: «Es un rasgo único, creemos, en la historia de una insurrección; es el único acto de vandalismo ejercido por el pueblo contra los monumentos ciudadanos, pero, ¡qué vandalismo!, uno que expresa el estado de ánimo reinante el día 28 por la tarde. ¡Con qué rabia veían, en efecto, el aproximarse de la sombra y, junto a ello, la impasible aguja que se deslizaba hacia la noche como en los días ordinarios! Y lo más singular del episodio es que se dio a la misma hora en distintos lugares de la villa. No fue por tanto una idea aislada ni tampoco un capricho excepcional, sino, bien al contrario, un sentimiento en cierto modo generalizado»
"L’insurrection. Poème dédié aux Parisiens"
El Código civil no ha creado la sociedad burguesa contemporánea. La sociedad burguesa, al contrario, encuentra expresión jurídica en ese código. Tan pronto como deje de corresponder a las relaciones sociales imperantes, se transformará, pura y simplemente, en un mero pedazo de papel
La función revolucionaria del Derecho y el Estado
No se basa en la ley la sociedad –eso es fantasía de juristas–. Al contrario, es la ley la que se basa en la sociedad siendo expresión de sus intereses y las necesidades procedentes de un modo de producción determinado
El capital
Parábola de Buda sobre la casa en llamas
Enseñaba Gautama
el saber de la rueda del deseo
donde estamos atados, sugiriendo
borrar toda ansiedad y aspiración
para entrar sin pasiones en la nada
que llamaba Nirvana.
Los discípulos entonces preguntaron:
“¿Cómo es, Maestro, esa Nada?
Porque todos estamos decididos
a abdicar del deseo, cual sugieres.
Mas, para ello, dinos si esa Nada
en la que debemos adentrarnos
equivaldría a la unificación
absoluta con todo lo creado
si, ligeros de cuerpo,
libres de pensamientos, indolentes,
flotamos sobre el agua, al mediodía;
o si, estando sumidos en el sueño,
inconscientes de todo, sin embargo,
nos cubrimos de nuevo con la manta.
Dinos pues si esa Nada es algo alegre,
si es buena o, al contrario, si tu Nada
no será sino nada,
frío y vacío sin significación”.
Calló entonces el Buda mucho rato
hasta, por fin, decir, indiferente:
“Nada que responder a esa pregunta”.
Pero luego, a la noche,
cuando aquellos ya se habían ido,
bajo el árbol del pan sentado, el Buda,
a los que nada habían preguntado,
les expuso por fin esta parábola:
“Vi hace poco una casa. Estaba ardiendo.
Comenzaban las llamas a lamer
ya los techos. Entré. Aún había gente.
Fui de nuevo a la puerta y, desde ella,
los llamé a grandes voces, advirtiendo
que ya ardía el tejado,
que salieran de allí a toda prisa.
Pero no parecían apurarse.
Uno me preguntó, mientras el fuego
comenzaba a chispearle entre las cejas,
cómo se estaba afuera, si llovía,
si quizá no soplaba mucho viento,
si habría otra casa,
y otras muchas cuestiones semejantes.
Sin responderle nada, salí afuera.
Éstos, pensé, arderán,
antes de terminar con sus preguntas.
En verdad os digo, amigos,
que aquél al que el fuego no le queme
como para querer cambiar de sitio
y prefiera quedarse ahí, ardiendo,
a ése nada tengo que decirle
Svendborger Gedichte, 1939
La mentira viaja con gastos pagados por el gobierno; vuela sobre el viento; recorre, en un abrir y cerrar de ojos, un vasto imperio; se encuentra a la vez en las ciudades y en el campo, en los palacios y en las cabañas; en todas partes está bien aposentada y servida: se la cubre de caricias, favores, dinero… La verdad, al contrario, va caminando a pie y a pasos lentos; se arrastra con pena y a su cargo, de ciudad en ciudad, de aldea a aldea; se encuentra obligada a sustraerse a la mirada celosa del gobierno; ha de evitar, de modo simultáneo, a los funcionarios, los jueces y los agentes de la policía; y es odiosa a todas las facciones. Todos los prejuicios y los vicios se amotinan a fin de ultrajarla. La necedad la desconoce o la rechaza. Y aunque brilla con belleza celestial, el odio y la ambición afirman de ella que es tan fea como horripilante. La hipócrita moderación la califica de exagerada e incendiaria, y la falsa cordura la moteja de temeraria y de extravagante, mientras que la maligna tiranía la acusa de violar las leyes y de trastornar la sociedad. La cicuta como los puñales son el precio ordinario a sus lecciones, y con frecuencia expía en el patíbulo sus servicios a la humanidad
Manifeste des plébeiens
Ya que el escritor no tiene modo alguno de evadirse, que se abrace estrechamente con su época; es su única oportunidad; su época está hecha para él como él está hecho para ella. Suele lamentarse la indiferencia de Balzac ante las jornadas del 48 y la temerosa incomprensión de Flaubert ante la Comuna: la lamentación es por ellos; ahí hay algo que perdieron para siempre. No queremos perder nada de nuestro tiempo; tal vez los hubo mejores, pero éste es el nuestro. No tenemos más que esta vida por vivir, en medio de esta guerra, tal vez de esta revolución. Que nadie deduzca de esto que predicamos una especie de populismo; es todo lo contrario. El populismo es hijo de viejos, el lamentable vástago de los últimos realistas; otro modo más de lavarse las manos. Por el contrario, estamos convencidos de que no es posible lavarse las manos. Aunque nos mantuviésemos mudos y quietos igual que una piedra, nuestra pasividad sería una acción. Quien consagre su vida a hacer novelas sobre los hititas toma posición con esa abstención. El escritor tiene una situación en su época; cada palabra suya repercute. También cada silencio.
¿Qué es la literatura?
Cuando digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política. De lo contrario, prefiero conversar sobre la variante de Kaspárov en la formación Schveningen de la defensa siciliana o sobre el empleo del subjuntivo en la prosa de Musil. Me parecen temas mucho más interesantes y provechosos. […] Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Un amigo de Brecht solía decir: sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.
Crítica y ficción