guerra
Cuando los dioses hacían de hombres
hacían su tarea, trabajaban:
considerable era su labor,
su trabajo pesado, interminable.
[...]
Tras ponerse de acuerdo unos con otros
los grandes dioses sortearon sus destinos:
Subió Anu al cielo,
Enlil tomó la tierra por dominio,
y el cerrojo que pone dique al mar
le fue entregado a Enki.
[...]
Y los dioses celestes, Anunnaku,
impusieron a los Igigu su tarea.
Y los dioses Igigu excavaban
para abrir los canales que dan vida a la tierra.
Así abrieron los cursos de los ríos.
[...]
Trabajaron así más de cien años,
trabajaron así más de quinientos,
novecientos años trabajaron,
más de mil debieron trabajar.
Tras haber levantado las montañas
calcularon los años de trabajo.
Calcularon los años de trabajo
tras disponer las ciénagas del sur.
Calcularon los años de trabajo
que superaban los dos mil quinientos,
siempre así trabajando, noche y día,
hasta que, agotados del trabajo,
comenzaron unidos a gritar:
“Vamos a por el jefe –se dijeron–,
liberémonos de tan pesada carga.
Al que es soberano de los dioses,
de su casa lo vamos a expulsar.
Arriba, vamos, declarad la guerra,
vamos a la batalla, a combatir”.
Atendieron los dioses la llamada
y quemaron toda la herramienta,
arrojaron al fuego las azadas
lanzaron a la hoguera los capachos,
[...]
y luego por sorpresa, a media noche,
rodearon el palacio del gran dios
Poema de Atrahasis, texto paleobabilónico, vv. 1-72
¡Tú eres aquel que, en alianza mutua,
unidos por un plan, por ideales,
por idéntico azar y una esperanza,
a la gloriosa empresa te sumaste
junto a mí aquella vez! Ahora nos une
en hado similar el infortunio:
ya ves desde qué altura y en qué sima
tan profunda nos hemos sumergido.
[...]
Pero no ha de importar; pese a los males
que me pueda infligir quien me ha vencido,
yo nunca he de cambiar ni arrepentirme,
[...]
sensible a las ofensas y a la injuria
que a plantar cara a Dios me condujeron,
llevando tras de mí al atroz combate
un batallón de Espíritus enorme
que el reino celestial menospreciaron,
prefiriéndome a él y combatiendo
con adverso poder el poder sumo
en indecisa lid por las llanuras
del Cielo, hasta mover su regio trono.
¿Qué importa fracasar en la batalla?
No todo se perdió si mantenemos
esta sed de venganza y este empuje,
este odio sin fin y esta entereza
que no se ha de rendir ni someterse.
¿Quién puede proclamar que me ha vencido?
[...]
La experiencia adquirida, igual armados,
con mayor precisión y fundamento
podemos combatir, en guerra eterna,
a ese gran enemigo, que ahora triunfa
[...]
como eterno tirano de los Cielos
Paradise Lost, I, vv. 84-124
El movimiento puede ser, por tanto, ahora acelerado y ahora lento, hacia la izquierda o hacia la derecha, hacia arriba o hacia abajo, enroscándose en sí o derivando. Unas veces aquí y otras allí, sigue siempre el objeto, como botín de guerra, al vencedor
El libro del agua
“Rey Felipe, natural español, hijo de Carlos, Lope de Aguirre, tu mínimo vasallo, […] en mi mocedad pasé el mar Océano a las partes del Pirú, por valer más con la lanza en la mano, […]; y así, en veinticuatro años, te he hecho muchos servicios en conquistas de indios, y en poblar pueblos en tu servicio, especialmente en batallas y reencuentros […]. Mira, mira, Rey español que no seas cruel ni ingrato a tus vasallos, pues estando tu padre y tú en los reinos de Castilla, sin ninguna zozobra, tus vasallos te han dado, a costa de su sangre, tantos reinos y señoríos como en estas partes tienes. Y mira, Rey y Señor, que no puedes llevar con título de Rey justo ningún interés destas partes donde no aventuraste nada […]. Por cierto tengo que van pocos reyes al infierno porque sois pocos, y aun si muchos fuésedes ninguno podría ir al cielo, porque creo que allá seríades peor que Lucifer, según tenéis sed y hambre y ambición de sangre humana; mas no me maravillo de vosotros, pues os llamais siempre menores de edad, […] y vuestro gobierno es aire”. Avísote […], Rey español, […] que por no poder sufrir más las crueldades de tus oidores […], he salido de hecho con mis compañeros, cuyos nombres diré, de tu obediencia, y desnaturándonos de nuestras tierras, que es España, para hacerte en estas partes la más cruel guerra. Y así a Dios solemnemente voto de no dejar ministro tuyo a vida. Hijo de fieles vasallos en tierra vascongada, rebelde hasta la muerte por tu ingratitud. Lope de Aguirre, el Peregrino”.
Carta a Felipe II
En el patio donde hago mis paseos entran a veces carros del ejército bien cargados de sacos o de viejas ropas militares –muchas veces aún ensangrentadas–, para ser descargados dentro de él […]. Hace poco llegó uno de esos carros que arrastraba no un tiro de caballos, sino un par de búfalos […] rumanos, capturados allí como botín […]. Acostumbrados a la libertad, dicen que es muy difícil capturarlos y después someterlos al trabajo. Así que los azotan cruelmente. Ya se sabe, ¡ay de los vencidos! Debe haber en Breslau un centenar robados a sus fértiles praderas y ahora obligados a comer sólo un pienso pesado y miserable, mientras se les somete sin piedad a un desmedido esfuerzo. Suelen venirse abajo a toda prisa… Hace unos días llegó uno de esos carros tan repleto de sacos que la carga subía hasta lo alto, y los animales no lograban rebasar el portón. El soldado que los dirigía, que era un tipo brutal, comenzó entonces a darles con las puntas de su látigo, tanto que, indignado, el vigilante le llegó a preguntar si no sentía compasión por aquellas pobres bestias. “¡Tampoco la sentimos por los hombres!”, le contestó riendo el carretero, y comenzó a arrearles aún más fuerte… Al tirar los búfalos entonces consiguieron pasar por el umbral, que es muy empinado, pero ¡cómo sangraba uno de ellos! Sonia, la piel de búfalo es famosa por su espesor y delicadeza, pero el bruto lo había desollado. Los animales estaban agotados; mientras que los hombres descargaban, el herido miraba fijamente y la expresión de su negro rostro y los ojos dulcísimos y negros eran como los de un niño que llora. Exactamente la expresión de un niño que ha sido castigado duramente y no sabe porqué ni para qué le aplican esa bárbara violencia […]. Y yo estaba ante él, y me miraba […]. ¡Pobre búfalo, pobre, amado hermano! Aquí estamos los dos, tan impotentes, unidos en el dolor y la nostalgia. Continuaron los presos descargando […] y el soldado se puso a pasear, tranquilo, con la mano en el bolsillo. Y la guerra, entera y verdadera, iba pasando, altiva, frente a mí
Prisión de Wronke, mediados de diciembre de 1917
Por más que esto no cese y continue con todo su horror y su bajeza, y cada día que pasa supere todo límite y medida, me mantendré bien firme como si me enfrentara a un elemento, a un eclipse, a un diluvio, a un huracán, no a la medida de lo ético sino como algo dado, como objeto de indagación y comprensión. […] Tales son los caminos, objetivos, reales, de la Historia, y es preciso seguirlos sin dejarse perder la dirección. E incluso me asalta el sentimiento de que esta ciénaga moral en la cual aún flotamos malamente, esta casa de locos gigantesca dentro de la cual sobrevivimos, de repente, de hoy para mañana, bajo el poder de una varita mágica, se podría mudar en lo contrario, algo de verdad heroico y grande; si la guerra sigue un par de años creo que todo tiene que cambiar
Prisión de Wronke, noviembre de 1917
“No podemos hacernos ilusiones, […] no habrá libertad sin combatir”. “Pongamos al servicio de la lucha eso poco que podemos dar, nuestro sacrificio, nuestras vidas. Entregar uno de estos días el que será nuestro último suspiro, no importa en qué tierra, pues ya es nuestra, regada como está por nuestra sangre. […] ¡Qué importa dónde la muerte nos encuentre! Bienvenida sea si lo que era nuestro grito de guerra ha sido oído, si otra mano se tiende a seguir empuñando nuestras armas y otros hombres se alzan para entonar aún el canto fúnebre, entre el temblor de la ametralladora y nuevos gritos de guerra y de victoria”.
�??Crear dos, tres�?� muchos Vietnams�?�, mayo de 1967
En materia política, nunca se llama a las cosas por su nombre. […] A lo que es fidelidad a las leyes, los príncipes lo llaman rebelión; revuelta a la resistencia a la opresión; discurso sedicioso a la reclamación de los derechos del hombre; facción al cuerpo de ciudadanos reunidos para defender sus derechos, y a la oposición a la tiranía la llaman crimen de lesa majestad, mientras que llaman cargas del estado a las dilapidaciones de la corte, contribuciones públicas a lo que no son sino exacciones, guerra de conquista al bandidaje realizado por medio del ejército, arte de negociar a la perfidia, las hipocresías y traiciones, golpe de estado a los asesinatos, oficiales del rey a sus satélites, observadores a sus confidentes, su cuerpo de delatores y de espías, medidas de seguridad a los abusos y actuaciones inquisitoriales, súbditos fieles a los partidarios y secuaces que tiene el despotismo, y castigo de los sediciosos a la cruel y bárbara masacre de los que luchan por la libertad
Les Chaînes de l???esclavage
Ha combatido al pueblo y ha sido vencido. Es un extranjero prisionero de guerra. Habéis visto su ejército, habéis visto sus pérfidos propósitos. El traidor no era el rey de los franceses; era el rey de algunos conjurados. Reclutaba tropas en secreto, poseía sus propios magistrados. Veía a los ciudadanos como esclavos. Es el asesino de la Bastilla, de Nancy, del Campo de Marte, de Tournay, de las Tullerías…
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Realeza no es gobierno de uno solo. Es la radical independencia del poder que gobierna. Si el poder que gobierna es independiente de vosotros, ahí tenemos una realeza; y esa realeza es peligrosa en las manos de aquellos exentos de leyes, ya que sustituyen dichas leyes por lo que es su propia voluntad
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
Nuestro orden presente es el mismo desorden puesto en leyes. No se salva a la patria con clamores […]. Que acusen algunos como quieran a los que ahora son vuestros ministros, ¡yo los acuso a ellos! Si pretendéis que el orden surja del caos, queréis un imposible
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
El pueblo no tiene interés en hacer la guerra. El ejecutivo encuentra en ella, al contrario, el aumento de su crédito, dado que le ofrece mil diversos medios de practicar la usurpación. Por eso mi intención es proponeros que el ministerio militar, desligado del ejecutivo, no dependa sino de vosotros y os quede sometido de inmediato. Si queréis que vuestra institución sea realmente duradera en un pueblo que ya no tiene órdenes, evitemos que la magistratura se encamine hacia una nueva orden, una especie de nuevo patriarcado, al dirigir las armas y el ejército libremente, según su voluntad. Pues la guerra no tiene ningún freno ni una regla fijada en unas leyes, con lo cual, en sus avatares, siempre se conforman sus acciones como actos de pura voluntad. Es preciso que no haya en el Estado más que una sola voluntad, y que la voluntad que hace las leyes dirija las acciones de la guerra
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
Los que hoy hacen la guerra para destruir la libertad, ¿no creen feroz nuestro valor al haber destruido su reinado?
Discurso a la Convención sobre el proyecto constitucional, 24-4-1793
El pobre es quien empuja la carreta y defiende la revolución. La opulencia, en cambio, está en las manos de los que pretenden destruirla. […] La mayor parte de nuestros empleos son acaparados por bribones que se enriquecieron justamente con el pretexto de la libertad; son contables que hacen guerra permanente a la justicia […]. La necesidad sujeta al pueblo, a los trabajadores, entre manos de aquellos que son sus enemigos
Informe sobre los encarcelados, 26-2-1794
Las calles Saint-Denis y Saint-Martin son las grandes arterias de ese barrio, la bendición de los revoltosos. Pues la guerra de calles era allí lamentable en su facilidad: bastaba sólo con desadoquinar e ir amontonando el mobiliario de las casas vecinas más los cajones del ultramarinos y, en caso de necesidad, detener un ómnibus cualquiera [...], ofreciendo además galantemente la mano a las damas: hubiera habido que tirar las casas para conquistar esas Termópilas. La infantería avanzaba al descubierto, pesadamente cargada y equipada. Sólo con un puñado de insurgentes puestos detrás de una barricada se mantenía en jaque a un regimiento
Histoire de Paris
Teoría estratégica de la guerra civil según la exposición de d’Havrincourt. No permitir nunca que las tropas acampen en los focos de revuelta. Se pervierten al tratar con los facciosos, y se niegan después a disparar en el momento en que hay que reprimir [...]. Forzar la construcción de ciudadelas que dominen los centros sospechosos, estando listos para fulminarlos. Tener acantonadas a las tropas, lejos del contagio popular
Critique sociale, II, Fragments et notes (Saint-�?tienne, 1850)
La práctica de la lucha callejera o guerra urbana tiene ya su técnica, tal como se estudia y se describe, tras la toma de Múnich por las armas, en una obra curiosa y de reducidas dimensiones muy secretamente elaborada a instancias del gobierno berlinés. Ahora no se avanza por las calles, se las deja vacías; y se avanza por dentro de las casas, atravesando muros y paredes. Tras ocupar una nueva calle se procede a reorganizarla; se despliega el teléfono, perforando murallas y tabiques, mientras, para evitar un nuevo avance de los enemigos, de inmediato se mina el territorio conquistado [...]. Unos de los progresos más notables es que ya no se evitan daños en las casas y en las vidas. Junto a las guerras civiles del futuro, esto quizá ha de ser un episodio [...] realmente arcaico e inocente
Histoire de Paris
París en armas era la revolución en armas. Dado que el triunfo de París sobre las fuerzas del agresor prusiano hubiera sido el triunfo del obrero sobre el capitalista –ambos franceses–, […] en el conflicto abierto entre sus deberes nacionales y sus intereses como clase el gobierno de la defensa nacional no dudó un instante en convertirse en gobierno de la traición nacional
La guerra civil en Francia
En su firme rechazo a aceptar la guerra civil iniciada por Thiers con el asalto nocturno a la ciudad, el Comité Central cometería un error decisivo: no marchar, sin pérdida de tiempo, sobre el gobierno de Versalles
La guerra civil en Francia
Si París pudo resistir fue porque, a consecuencia del asedio, se había deshecho del ejército, sustituido por una Guardia Nacional cuyo contingente principal ahora lo formaban los obreros […]. El primer decreto de la Comuna suprimía el ejército permanente, sustituyéndolo por el pueblo armado. La Comuna estaba conformada por los consejeros municipales elegidos en cada distrito mediante sufragio universal, todos responsables y revocables en todo momento. […] Desde los Consejeros para abajo, todos los cargos públicos debían ejercer su trabajo con salarios obreros […]. Como los restantes funcionarios, todos los magistrados y jueces eran revocables y electivos […]. Formada la Asamblea Nacional, los delegados serían igualmente todos revocables y electivos, sometidos a mandato imperativo de sus respectivos electores. […] Entre las reformas laborales, se suprimieron las multas de la empresa impuestas directamente a los obreros, y se prohibieron ciertos tipos de trabajos nocturnos. En lo que hace a la educación, todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y emancipadas de la Iglesia –se eliminó la subvención del culto y quedó separada del Estado–
La guerra civil en Francia
Como gobierno del pueblo por el pueblo, […] la Comuna aspiraba ciertamente a expropiar a los expropiadores
La guerra civil en Francia
En la guerra contra la Comuna […], tras la guerra más dura y más violenta de los tiempos modernos, el vencedor ejército prusiano y el derrotado ejército francés se hermanarán en la matanza del proletariado parisino […]. Todos los gobiernos nacionales son uno sólo contra el proletariado
La guerra civil en Francia
La guerra finalizó en todas partes (salvo en el caso de Suecia) con la victoria total de los señores, siendo de una brutal ferocidad. Se calcula que, en el caso de Alemania, el número de campesinos ejecutados en un solo año, tras la derrota de la insurrección, se elevó a cien mil personas, sin hablar de los centenares de aldeas que fueron incendiadas. Las crónicas contienen páginas horribles sobre masacres de campesinos indefensos, por no citar las sentencias de condena a numerosos años de trabajos forzados
La función revolucionaria del Derecho y el Estado
Dar la batalla por una concepción –una nueva, clasista– del derecho”. “Proclamar una auténtica guerra civil en lo que es el frente del derecho
La función revolucionaria del Derecho y el Estado
Entre 1900 y 1914, prácticamente toda la sociedad europea desarrolló fisuras a través de las cuales podía brotar la lava fundida del desafío feminista. A medida que avanzaba el siglo XX, esas fisuras se multiplicarían y expandirían de manera en verdad espectacular, y la lava se convertiría en un río con muchos afluentes. La agitación feminista captaría la atención pública hasta un nivel antes nunca visto; la cuestión femenina había emergido ya como algo central para debatir un amplio espectro de temas políticos y socioeconómicos que iban del matrimonio y la reproducción a la paz y la guerra
Feminism in Russia, 1900-1917
El argelino, a través de la existencia de una guerra hecha por los suyos, desemboca de pronto al interior de lo que es una comunidad en acto. […] La impugnación hecha del principio de dominio extranjero arrastra mutaciones esenciales en la conciencia del colonizado, en su percepción del colonizador, en su situación de hombre en el mundo
L???an V de la révolution algeriénne
Las violencias proletarias simplemente son actos de guerra […], unos actos que operan como marcas de separación entre las clases. […] El paso del capitalismo al socialismo hay que concebirlo a la manera de una catástrofe cuyo proceso escapa como tal a toda descripción
Réflexions sur la violence
La revolución es una guerra, una guerra civil. Única guerra justa, necesaria, legítima, la única gran guerra de las conocidas por la historia. No sostenida por el interés de un puñado de explotadores y caudillos, tal como lo son las otras guerras, sino del de las masas populares, dirigida contra los tiranos
Nuestro dogma procede del Sinaí de la gran Revolución; grande porque fue reveladora; grande, menos que por lo hecho que por lo dicho. Quien se pretende demócrata data su origen en la Declaración de los Derechos Humanos. Realmente, nadie la rechaza, e incluso son los liberales quienes más hablan del 1789. Bien, pero, ¿qué dice? Dice «libres e iguales».
Ya que el escritor no tiene modo alguno de evadirse, que se abrace estrechamente con su época; es su única oportunidad; su época está hecha para él como él está hecho para ella. Suele lamentarse la indiferencia de Balzac ante las jornadas del 48 y la temerosa incomprensión de Flaubert ante la Comuna: la lamentación es por ellos; ahí hay algo que perdieron para siempre. No queremos perder nada de nuestro tiempo; tal vez los hubo mejores, pero éste es el nuestro. No tenemos más que esta vida por vivir, en medio de esta guerra, tal vez de esta revolución. Que nadie deduzca de esto que predicamos una especie de populismo; es todo lo contrario. El populismo es hijo de viejos, el lamentable vástago de los últimos realistas; otro modo más de lavarse las manos. Por el contrario, estamos convencidos de que no es posible lavarse las manos. Aunque nos mantuviésemos mudos y quietos igual que una piedra, nuestra pasividad sería una acción. Quien consagre su vida a hacer novelas sobre los hititas toma posición con esa abstención. El escritor tiene una situación en su época; cada palabra suya repercute. También cada silencio.
¿Qué es la literatura?