armas
¡Tú eres aquel que, en alianza mutua,
unidos por un plan, por ideales,
por idéntico azar y una esperanza,
a la gloriosa empresa te sumaste
junto a mí aquella vez! Ahora nos une
en hado similar el infortunio:
ya ves desde qué altura y en qué sima
tan profunda nos hemos sumergido.
[...]
Pero no ha de importar; pese a los males
que me pueda infligir quien me ha vencido,
yo nunca he de cambiar ni arrepentirme,
[...]
sensible a las ofensas y a la injuria
que a plantar cara a Dios me condujeron,
llevando tras de mí al atroz combate
un batallón de Espíritus enorme
que el reino celestial menospreciaron,
prefiriéndome a él y combatiendo
con adverso poder el poder sumo
en indecisa lid por las llanuras
del Cielo, hasta mover su regio trono.
¿Qué importa fracasar en la batalla?
No todo se perdió si mantenemos
esta sed de venganza y este empuje,
este odio sin fin y esta entereza
que no se ha de rendir ni someterse.
¿Quién puede proclamar que me ha vencido?
[...]
La experiencia adquirida, igual armados,
con mayor precisión y fundamento
podemos combatir, en guerra eterna,
a ese gran enemigo, que ahora triunfa
[...]
como eterno tirano de los Cielos
Paradise Lost, I, vv. 84-124
“Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derribó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
[…]
Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo
y quien dejó a Purén desmantelado,
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado.
[…]
Descalzo, destocado, a pie desnudo,
dos pesadas cadenas arrastrando,
con una soga al cuello y grueso nudo
de la cual el verdugo iba tirando,
cercado en torno de armas y el menudo
pueblo detrás, mirando y remirando
si era posible aquello que pasaba,
que, visto por los ojos, aún dudaba.
De esta manera, pues, llegó al tablado
que estaba un tiro de arco del asiento,
media pica del suelo levantado,
de todas partes a la vista exento,
donde con el esfuerzo acostumbrado,
sin mudanza y señal de sentimiento,
por la escala subió tan desenvuelto
como si de prisiones fuera suelto.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo
a un lado y otro la serena frente,
estuvo allí parado un rato, viendo
el gran concurso y multitud de gente
que el increíble caso y estupendo
atónita miraba atentamente,
teniendo a maravilla y gran espanto
haber podido la fortuna tanto.
Llegóse él mismo al palo, donde había
de ser la atroz sentencia ejecutada,
con un semblante tal, que parecía
tener aquel terrible trance en nada,
diciendo: “Pues el hado y suerte mía
me tienen esta suerte aparejada,
venga, que yo la pido, yo la quiero,
que ningún mal hay grande si es postrero”.
[…]
No el aguzado palo penetrante,
por más que las entrañas le rompiese
barrenándole el cuerpo, fue bastante
a que al dolor intenso se rindiese,
que con sereno término y semblante,
sin que labio ni ceja retorciese,
sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.
En esto seis flecheros señalados,
que prevenidos para aquello estaban,
treinta pasos de trecho desviados
por orden y despacio le tiraban;
y, aunque en toda maldad ejercitados,
al despedir la flecha vacilaban,
temiendo poner mano en un tal hombre
de tanta autoridad y tanto nombre.
Mas Fortuna cruel, que ya tenía
tan poco por hacer y tanto hecho,
si tiro alguno avieso allí salía,
forzado el curso le traía derecho,
y en breve, sin dejar parte vacía,
de cien flechas quedó pasado el pecho,
por do aquel grande espíritu echó fuera,
que por menos heridas no cupiera.
[…]
Quedó abiertos los ojos, y de suerte
que por vivo llegaban a mirarle,
que la amarilla y afeada muerte
no pudo aun puesto allí desfigurarle;
era el miedo en los bárbaros tan fuerte
que no osaban dejar de respetarle,
ni allí se vio en alguno tal denuedo
que puesto cerca de él no hubiese miedo.
La voladora Fama presurosa
derramó por la tierra en un momento
la no pensada muerte ignominiosa
causando alteración y movimiento;
luego la turba incrédula y dudosa,
con nueva turbación y desaliento,
corre con prisa y corazón incierto
a ver si era verdad que fuese muerto.
Era el número tanto que bajaba
del contorno y distrito comarcano,
que en ancha y apiñada rueda estaba
siempre cubierto el espacioso llano;
crédito allí a la vista no se daba
si ya no le tocaban con la mano,
y, aun tocado, después les parecía
que era cosa de sueño o fantasía.
No la afrentosa muerte impertinente
para temor del pueblo ejecutada,
ni la falta de un hombre así eminente,
en que nuestra esperanza iba fundada,
amedrentó ni acobardó la gente;
antes, de aquella injuria provocada,
a la cruel satisfacción aspira
llena de nueva sabia y mayor ira”.
La Araucana, canto XXIV
“No podemos hacernos ilusiones, […] no habrá libertad sin combatir”. “Pongamos al servicio de la lucha eso poco que podemos dar, nuestro sacrificio, nuestras vidas. Entregar uno de estos días el que será nuestro último suspiro, no importa en qué tierra, pues ya es nuestra, regada como está por nuestra sangre. […] ¡Qué importa dónde la muerte nos encuentre! Bienvenida sea si lo que era nuestro grito de guerra ha sido oído, si otra mano se tiende a seguir empuñando nuestras armas y otros hombres se alzan para entonar aún el canto fúnebre, entre el temblor de la ametralladora y nuevos gritos de guerra y de victoria”.
�??Crear dos, tres�?� muchos Vietnams�?�, mayo de 1967
Siento de nuevo bajo los talones las costillas de mi Rocinante. Tomo escudo y camino una vez más. […] Creo en la lucha armada como única solución para los pueblos que combaten para liberarse, y he de mantenerme coherente con mis convicciones y creencias. Muchos me tratarán de aventurero, tal como efectivamente soy; cierto que de un tipo diferente: de los que se la juegan y se arriesgan por defender la verdad en la que creen. […] Y, de vez en cuando, recordad a este pequeño condottiero siglo XX. […] Vuestro hijo pródigo, Ernesto.
Carta a sus padres, sin fecha
El mal está en la cosa y el remedio es violento. Hay que dar con el hacha en la raíz. Hacer que el pueblo conozca sus derechos, comprometerlo así a reivindicarlos. Hay que ponerle las armas en la mano, proceder a apresar, en todo el reino, a los tiranuelos que lo oprimen, derribar el monstruoso edificio de nuestro gobierno y fundar uno nuevo sobre una base equitativa […]. Los que creen que el resto del género humano está hecho para servir su bienestar no aprobarán ese remedio, pero a ellos no hay que consultarlos: se trata de liberar a todo un pueblo de la injusticia de sus opresores
Les Aventures du Comte Potowsky
¡Buscamos la libertad y nos volvemos esclavos unos de otros! ¡Buscamos la naturaleza y vivimos armados!
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Luis es un extranjero entre nosotros. Ciertamente, antes de su crimen, siendo rey no era ciudadano: no podía votar; no podía empuñar las armas…; mas, después de su crimen, realmente lo es menos todavía. ¿Mediante qué abuso de la misma justicia se le podría hacer un ciudadano para luego pasar a condenarlo? Desde el mismo momento en que un hombre es culpable, sale como tal de la ciudad
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
El pueblo no tiene interés en hacer la guerra. El ejecutivo encuentra en ella, al contrario, el aumento de su crédito, dado que le ofrece mil diversos medios de practicar la usurpación. Por eso mi intención es proponeros que el ministerio militar, desligado del ejecutivo, no dependa sino de vosotros y os quede sometido de inmediato. Si queréis que vuestra institución sea realmente duradera en un pueblo que ya no tiene órdenes, evitemos que la magistratura se encamine hacia una nueva orden, una especie de nuevo patriarcado, al dirigir las armas y el ejército libremente, según su voluntad. Pues la guerra no tiene ningún freno ni una regla fijada en unas leyes, con lo cual, en sus avatares, siempre se conforman sus acciones como actos de pura voluntad. Es preciso que no haya en el Estado más que una sola voluntad, y que la voluntad que hace las leyes dirija las acciones de la guerra
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
En la Tierra hay tres clases de infamia con que la virtud republicana no puede pactar ni transigir: la primera de todas, que haya reyes. La segunda, el obedecerles. Deponer las armas, la tercera, donde aún queden un amo y un esclavo
Discurso a la Convención sobre el ejército, 12-2-1793
La fuerza pública es el pueblo en masa, armado para hacer cumplir las leyes
Proyecto para la Constitución
El pueblo francés es el amigo de todos los pueblos, […] y a todos los hombres dará asilo. […] Los extranjeros, como sus costumbres, han de ser igualmente respetados. […] La República protege a quienes hayan sido desterrados de su patria por la causa […] de la libertad […] La República francesa en ningún caso procederá a tomar las armas para sojuzgar a ningún pueblo con el objetivo de oprimirlo. No se firmará ningún tratado cuyo objeto no sea la paz y felicidad de las naciones
Proyecto para la Constitución
Las revoluciones marchan siempre desde el crimen hacia la virtud, de la debilidad hacia la audacia. […] Quien hace a medias la revolución no hace más que cavar su propia tumba […]. ¡Sólo con la espada se podrá crear por fin la libertad del pueblo! […] ¡Que la nación se levante en armas! […] ¡Atreveos! Toda la política de la que brota la revolución vive al interior de esa palabra
Informe sobre los encarcelados, 26-2-1794
Revolución de julio: “Muchos cayeron menos por acción de las balas [...] que por el efecto de otras armas. En efecto, habían arrastrado y llevado a los pisos superiores esos adoquines de granito que pavimentan toda la ciudad, y desde allí se los arrojaban sobre la cabeza a los soldados”
Briefe aus Paris und Frankreich im Jahre 1830
La práctica de la lucha callejera o guerra urbana tiene ya su técnica, tal como se estudia y se describe, tras la toma de Múnich por las armas, en una obra curiosa y de reducidas dimensiones muy secretamente elaborada a instancias del gobierno berlinés. Ahora no se avanza por las calles, se las deja vacías; y se avanza por dentro de las casas, atravesando muros y paredes. Tras ocupar una nueva calle se procede a reorganizarla; se despliega el teléfono, perforando murallas y tabiques, mientras, para evitar un nuevo avance de los enemigos, de inmediato se mina el territorio conquistado [...]. Unos de los progresos más notables es que ya no se evitan daños en las casas y en las vidas. Junto a las guerras civiles del futuro, esto quizá ha de ser un episodio [...] realmente arcaico e inocente
Histoire de Paris
París en armas era la revolución en armas. Dado que el triunfo de París sobre las fuerzas del agresor prusiano hubiera sido el triunfo del obrero sobre el capitalista –ambos franceses–, […] en el conflicto abierto entre sus deberes nacionales y sus intereses como clase el gobierno de la defensa nacional no dudó un instante en convertirse en gobierno de la traición nacional
La guerra civil en Francia
Si París pudo resistir fue porque, a consecuencia del asedio, se había deshecho del ejército, sustituido por una Guardia Nacional cuyo contingente principal ahora lo formaban los obreros […]. El primer decreto de la Comuna suprimía el ejército permanente, sustituyéndolo por el pueblo armado. La Comuna estaba conformada por los consejeros municipales elegidos en cada distrito mediante sufragio universal, todos responsables y revocables en todo momento. […] Desde los Consejeros para abajo, todos los cargos públicos debían ejercer su trabajo con salarios obreros […]. Como los restantes funcionarios, todos los magistrados y jueces eran revocables y electivos […]. Formada la Asamblea Nacional, los delegados serían igualmente todos revocables y electivos, sometidos a mandato imperativo de sus respectivos electores. […] Entre las reformas laborales, se suprimieron las multas de la empresa impuestas directamente a los obreros, y se prohibieron ciertos tipos de trabajos nocturnos. En lo que hace a la educación, todas las instituciones de enseñanza fueron abiertas gratuitamente al pueblo y emancipadas de la Iglesia –se eliminó la subvención del culto y quedó separada del Estado–
La guerra civil en Francia
Pues ahora esa masa anónima, la de toda esa América de color, esa masa sombría, taciturna, que con igual tristeza e inquietud canta a través de todo el continente, esa masa va ahora a penetrar definitivamente ya en su historia; pues ahora comienza a reescribirla con letras de sangre, sí, ahora que empieza a sufrir y morir; porque ahora en efecto en las montañas y los campos de América, en los flancos de sus cordilleras, en sus bosques como en sus llanuras, en la soledad o animación de sus tantas villas y ciudades, al borde de sus océanos enormes y en las orillas de sus grandes ríos vibra todo ese mundo lleno de corazones que palpitan, con los ardientes puños que se encienden del ardiente deseo de morir por aquello que es suyo, conquistar sus derechos pisoteados por unos y otros a lo largo ya de cinco siglos. La historia ha de contar en adelante con los pobres de América, los explotados y los despreciados que han decidido escribir ya por sí mismos, para siempre, su historia. Ya se han puesto en camino, ya los vemos cómo van avanzando, día tras día, realizando una marcha interminable, una marcha de cientos de kilómetros que los lleva al olimpo del gobierno para obtener con ello sus derechos. ¡Ahí los vemos ahora! Van armados de piedras y de palos, de machetes, y avanzan día a día, surgen de todas partes para ocupar las tierras, adherirse a las tierras que son suyas, a esas tierras que les pertenecen y defienden al precio de sus vidas; ahí los vemos alzando sus pancartas, levantando banderas y consignas para hacerlas que floten en el viento. Esa ola de rabia y de coraje, de justicia exigida y de derechos que le han sido negados y robados, que hoy comienza por fin a levantarse en las tierras de América Latina, esa ola ya no se detendrá. […]. Porque toda esa masa, porque toda esa enorme humanidad que de pronto ha gritado “¡basta ya!” ha iniciado una marcha de gigante
�??Discurso en las Naciones Unidas�?�, diciembre de 1964
Sostenemos sin duda que las armas no pueden ser meras mercancías; han de ser entregadas –en las cantidades necesarias– gratuitamente a aquellos pueblos que las piden para utilizarlas contra el enemigo, que es común
�??Discurso de Argel�?�, febrero de 1965
Que el militarismo alemán decida de repente resolver sus problemas de fronteras por la fuerza, no es cosa que a nadie le sorprenda, pero que el pueblo angoleño o el argelino se decidan a tomar las armas prueba que algo ha pasado o se encuentra en trance de pasar. Los colonizados, los esclavos de los tiempos modernos, están impacientes, y saben ya que sólo esa locura les puede librar de la opresión
Les Damnés de la terre
Es rigurosamente cierto que se efectúa la descolonización, pero es falso creer y pretender que ese proceso es fruto de una dialéctica objetiva. […] La situación en África es producto de la acción revolucionaria, sea ésta política o armada –o de ambas de modo simultáneo–, que hoy impulsan las masas africanas
�??Unité et solidarité effective sont les conditions de la libération africaine�?�
Por debajo de las clases populares y conservadoras se encuentra el substrato de los parias y outsiders, de las otras razas y los otros colores, las clases explotadas y perseguidas, los que están en el paro y los no susceptibles de emplearse. Situados pues al exterior del proceso democrático, […] su oposición es revolucionaria, aunque su conciencia no lo sea. Su oposición golpea el sistema desde fuera, por lo cual el sistema no puede integrarlos; constituye una fuerza elemental que viola realmente las reglas de juego, mostrando, al hacerlo, que es juego trucado. Cuando avanzan reunidos por las calles, carentes de armas y de protección, para reclamar de esa manera lo que son los más básicos derechos civiles, saben que se exponen a los perros, a las piedras, las bombas, las prisiones, los campos de internamiento e incluso la muerte
Eros y civilización
¡A las armas! ¡La patria está en peligro! […] Ciudadanas de París, descendientes de las mujeres de la gran Revolución que, en nombre del pueblo y la justicia, marcharon sobre Versalles y trajeron cautivo a Luis XVI, nosotras, madres, mujeres y hermanas del pueblo francés, ¿continuaremos soportando que la ignorancia y la miseria hagan a nuestros hijos enemigos? ¿Que se mate el padre contra el hijo y los hermanos se maten entre sí por capricho de nuestros opresores que buscan la destrucción de la ciudad tras haberla entregado al extranjero? ¡Ciudadanas, llegó la hora decisiva! ¡Queremos ser libres! ¡Hay que acabar con el viejo mundo!
Appel aux citoyennes de Paris firmado por �??Un grupo de ciudadanas�??, en el Diario Oficial de la República Francesa bajo la Comuna, 11 de abril de 1871