orden
La revuelta planeaba sobre el aire. El individuo se disolvía entre la masa, y la masa a su vez se confundía en el seno de un común impulso. Como una ola que arrastra la tormenta, como una fuerza gigantesca […], en mitad de aquel caos despertó la necesidad de un orden nuevo cuyos elementos ya cristalizaban. […] Como la agitación de las fuerzas elementales precedía a la labor de la conciencia […], la necesidad de actuar dejaba atrás todo el trabajo organizativo. Tal la debilidad de la revolución, pero es ahí donde se da su fuerza
Harmodio y Aristogitón
Jóvenes aristócratas atenienses de estirpe cadmea, se conjuraron contra los tiranos, logrando darle sólo muerte a Hiparco –uno de los dos hijos de Pisístrato– en la fiesta de las Panateneas del 514 a. C. Muertos los dos por orden de Hipias –que sobrevivió a la conjura siendo tirano aún por cuatro años–, y considerados como héroes, se les dedicaron varios himnos y en el 490, tras la victoria de Maratón contra los persas, se le encargó al escultor Antenor un grupo en bronce que los representaba –el conocido por Los tiranicidas– erigido en el ágora de Atenas –siendo el primer monumento público levantado en honor de unos mortales–.
Nota a partir de Der kleine Pauly, Lexikon der Antike
“Yo soy Caupolicán, que el hado mío
por tierra derribó mi fundamento,
y quien del araucano señorío
tiene el mando absoluto y regimiento.
[…]
Soy quien mató a Valdivia en Tucapelo
y quien dejó a Purén desmantelado,
soy el que puso a Penco por el suelo
y el que tantas batallas ha ganado.
[…]
Descalzo, destocado, a pie desnudo,
dos pesadas cadenas arrastrando,
con una soga al cuello y grueso nudo
de la cual el verdugo iba tirando,
cercado en torno de armas y el menudo
pueblo detrás, mirando y remirando
si era posible aquello que pasaba,
que, visto por los ojos, aún dudaba.
De esta manera, pues, llegó al tablado
que estaba un tiro de arco del asiento,
media pica del suelo levantado,
de todas partes a la vista exento,
donde con el esfuerzo acostumbrado,
sin mudanza y señal de sentimiento,
por la escala subió tan desenvuelto
como si de prisiones fuera suelto.
Puesto ya en lo más alto, revolviendo
a un lado y otro la serena frente,
estuvo allí parado un rato, viendo
el gran concurso y multitud de gente
que el increíble caso y estupendo
atónita miraba atentamente,
teniendo a maravilla y gran espanto
haber podido la fortuna tanto.
Llegóse él mismo al palo, donde había
de ser la atroz sentencia ejecutada,
con un semblante tal, que parecía
tener aquel terrible trance en nada,
diciendo: “Pues el hado y suerte mía
me tienen esta suerte aparejada,
venga, que yo la pido, yo la quiero,
que ningún mal hay grande si es postrero”.
[…]
No el aguzado palo penetrante,
por más que las entrañas le rompiese
barrenándole el cuerpo, fue bastante
a que al dolor intenso se rindiese,
que con sereno término y semblante,
sin que labio ni ceja retorciese,
sosegado quedó de la manera
que si asentado en tálamo estuviera.
En esto seis flecheros señalados,
que prevenidos para aquello estaban,
treinta pasos de trecho desviados
por orden y despacio le tiraban;
y, aunque en toda maldad ejercitados,
al despedir la flecha vacilaban,
temiendo poner mano en un tal hombre
de tanta autoridad y tanto nombre.
Mas Fortuna cruel, que ya tenía
tan poco por hacer y tanto hecho,
si tiro alguno avieso allí salía,
forzado el curso le traía derecho,
y en breve, sin dejar parte vacía,
de cien flechas quedó pasado el pecho,
por do aquel grande espíritu echó fuera,
que por menos heridas no cupiera.
[…]
Quedó abiertos los ojos, y de suerte
que por vivo llegaban a mirarle,
que la amarilla y afeada muerte
no pudo aun puesto allí desfigurarle;
era el miedo en los bárbaros tan fuerte
que no osaban dejar de respetarle,
ni allí se vio en alguno tal denuedo
que puesto cerca de él no hubiese miedo.
La voladora Fama presurosa
derramó por la tierra en un momento
la no pensada muerte ignominiosa
causando alteración y movimiento;
luego la turba incrédula y dudosa,
con nueva turbación y desaliento,
corre con prisa y corazón incierto
a ver si era verdad que fuese muerto.
Era el número tanto que bajaba
del contorno y distrito comarcano,
que en ancha y apiñada rueda estaba
siempre cubierto el espacioso llano;
crédito allí a la vista no se daba
si ya no le tocaban con la mano,
y, aun tocado, después les parecía
que era cosa de sueño o fantasía.
No la afrentosa muerte impertinente
para temor del pueblo ejecutada,
ni la falta de un hombre así eminente,
en que nuestra esperanza iba fundada,
amedrentó ni acobardó la gente;
antes, de aquella injuria provocada,
a la cruel satisfacción aspira
llena de nueva sabia y mayor ira”.
La Araucana, canto XXIV
A finales del siglo XVIII, las afirmaciones de una voluntad innovadora se disimulan bajo las apariencias del antiguo orden [...]; es el momento en que la ideología revolucionaria aún recurre a las formas anticuadas de la tragedia clásica, y en que la retórica de los jacobinos se envuelve con las fórmulas de Plutarco y de Tácito [...]. En vez de producir una realidad enteramente nueva, se tomó por modelo un teatro de sombras
La invención de la libertad
Oíd, ¿a qué llamáis revolución? ¿A lo que es, meramente, la caída del trono? ¿A los frenos frente a los abusos? El orden moral es como el físico: los abusos se esfuman de repente, como la humedad de la tierra se evapora; los abusos renacen de improviso, como la humedad cae de las nubes…
Discursos a la Convención sobre el juicio al rey, 13-11-1792 y 27-12-1793
Nuestro orden presente es el mismo desorden puesto en leyes. No se salva a la patria con clamores […]. Que acusen algunos como quieran a los que ahora son vuestros ministros, ¡yo los acuso a ellos! Si pretendéis que el orden surja del caos, queréis un imposible
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
El pueblo no tiene interés en hacer la guerra. El ejecutivo encuentra en ella, al contrario, el aumento de su crédito, dado que le ofrece mil diversos medios de practicar la usurpación. Por eso mi intención es proponeros que el ministerio militar, desligado del ejecutivo, no dependa sino de vosotros y os quede sometido de inmediato. Si queréis que vuestra institución sea realmente duradera en un pueblo que ya no tiene órdenes, evitemos que la magistratura se encamine hacia una nueva orden, una especie de nuevo patriarcado, al dirigir las armas y el ejército libremente, según su voluntad. Pues la guerra no tiene ningún freno ni una regla fijada en unas leyes, con lo cual, en sus avatares, siempre se conforman sus acciones como actos de pura voluntad. Es preciso que no haya en el Estado más que una sola voluntad, y que la voluntad que hace las leyes dirija las acciones de la guerra
Discurso a la Convención sobre el Ministro de la Guerra, 28-1-1793
La Ciudad se encuentra dividida formando siete círculos enormes que, a través de cuatro grandes vías, se comunican sucesivamente. […] Son un pueblo oriundo de la India entre el cual había muchos hombres dedicados a filosofar. Huyendo de las tropelías de los tártaros y el abuso de toda clase de tiranos, fueron a parar a aquella ; […] Resolviendo organizar allí su vida la planificaron en común, tal como enseña la filosofía. […] Una de las costumbres principales es la comunidad de las mujeres, como también ocurre con las cosas. Todo es allí de propiedad común […] de manera que todos participan del alimento en forma equitativa, tal como lo hacen con las ciencias, los honores y las diversiones, sin que nadie pueda en ningún caso apropiarse de nada en exclusiva. En su opinión, toda propiedad ha surgido de que cada individuo quiere para él solo una mujer y una familia y una casa, de lo que viene todo el egoísmo […], con lo cual viene cada uno a robarle a la comunidad. […] Les parece de lo más extraño que consideremos como innoble al que practica un arte manual, mientras que creemos que son nobles los que, sin tener ningún oficio y rodeados de enjambres de sirvientes, se abandonan al ocio y la lascivia, con un daño evidente para el bienestar de la república. […] Ahora bien, al que sabe más oficios es al que consideran el más noble […], y además los trabajos fatigosos de entre los trabajos productivos son también los más considerados, por lo que ninguno los rechaza. […] Todos tratan sin duda de quedar primero en el trabajo […], pues a todo aquel que sobresale en la actividad que realiza le conceden el título de rey (uno que se reserva a los mejores, no a los que no saben hacer nada). […] La superioridad, cada seis meses, determina quién ha de dormir habitando en uno u otro círculo y ocupando tal o cual estancia, después de lo cual vuelve a cambiar […], y cada actividad u ocupación – manual o especulativa– es común a los ciudadanos, sin que importe ser de uno u otro sexo. […] Cada círculo tiene sus cocinas y sus grandes despensas colectivas […], comen en grandes mesas, reunidos, […]se afanan todos por servir […] porque nadie cree rebajarse al prestar los servicios necesarios en los comedores y cocinas, o en los almacenes y talleres, […] y cada uno tiene su porción. […]Todos visten de blanco, con un traje determinado por las estaciones. […] La planta baja de los edificios se dedica a graneros y talleres, guardarropas, despensas, comedores y lavanderías comunales; […] allí adentro se ejercen los oficios, mientras que los espacios superiores –todos adornados con pinturas– se reservan a la actividad de carácter especulativo, sobre cuya materia se realizan, en los atrios, los cursos y lecciones. [….] Y así, como todas las tareas, las artísticas como las manuales, se reparten y se hacen entre todos, cada ciudadano no trabaja sino cada día cuatro horas, dedicándose luego todo el resto a perfeccionarse en cuanto hace a los aspectos físico y moral. […] No hay allí esclavitud ni servidumbre […], ni hay avidez alguna de riquezas ni por poseer plata ni oro –que tan sólo se encuentran destinados a fabricar algunos utensilios que también emplean en común– […], porque nadie carece de cuanto le sea necesario –y aun lo que su capricho le sugiera–. […] La posesión de bienes, en efecto, no les despierta la menor codicia, puesto que realmente todo el mundo tiene allí cuanto necesita, más aquello que pueda recibir en calidad de premio o galardón, dado que la república acostumbra hacer ciertos regalos a sus héroes. […] De este modo, la vida colectiva hace a cada uno, al tiempo, rico y pobre: rico porque lo posee todo, pobre porque nada es sólo suyo; pero nadie se afana o se preocupa de servir a las cosas, sino, al contrario, de servirse de ellas. […] Cierto que no ignoran el dinero, acuñando moneda destinada a las actividades exteriores de sus embajadores y emisarios. Pero, al contrario, de los mercaderes que, procedentes de los demás países, han llegado hasta allí, interesados por el exceso de su producción, nunca les piden que les den dinero, sino las diferentes mercancías de las cuales carezca la Ciudad. […] Deliberan, reunidos en Consejo, sobre lo que el pueblo necesita, e invisten a los magistrados designados para cada cargo en la Asamblea General, relevándolos luego, en su momento, por acuerdo del pueblo en su conjunto. […] Tratan muy bien a los extranjeros […], enseñándoles todo aquel Estado para que vean el orden que allí reina (porque están firmemente convencidos de que al final el mundo entero no tendrá otro destino y solución que adoptar aquel modo de vida), y permiten que vayan al Consejo y a sentarse en la mesa colectiva. Y, si quieren unirse a aquel Estado, los someten a prueba y luego adoptan la resolución correspondiente. […] En lo que hace a la procreación, todo el mundo se encuentra sometido a lo que ordenan las autoridades, pues la progenie es considerada como bien público, no particular
La Ciudad del Sol
¿Por qué una casa para congregar las virtudes morales de los hombres? […] Para avanzar en la virtud y mantener el orden necesario, la Unión nos resulta imprescindible. […] Incrustadas en bronce en esos muros, leemos las ideas más comunes: “De la unión es producto todo bien”. […] “Aunque quieran pagarla con dinero, sin unión ¿podrá haber felicidad?” […] A este gran edificio se le añaden varios nuevos estímulos: la agricultura y el comercio, como las artes y la literatura, tienen ahí sus salas de reunión, galerías, bibliotecas y diversos espacios comunes. Y aun amplios paseos recubiertos y jardines de plantas de utilidad medicinal, y el agua que mana desde el monte regando los productos del trabajo. Con todo lo cual, un nuevo pacto social viene ejerciendo su influencia. Ved ahora el detalle de sus planos: sus alzados presentan ese haz de columnas que mantiene, como tal, el favor de la armonía. Galerías comunes dan cobijo a todos al amparo de sus pórticos para fomentar la discusión, mientras los gabinetes destinados a la instrucción y los estudios guardan la memoria de los hombres
L???Architecture considerée sous le rapport de l???art, des moeurs et de la législation, (respecto a la �??Casa de la Unión�?�)
Desde que el Gobierno socialista se convirtió en el propietario de todas las casas parisinas, las entregó a los arquitectos con la orden [...] de dotarlas de calles-galería [...]. En el primer piso, en cada casa, tomaron las estancias a la calle quitando los tabiques intermedios; después abrieron unos amplios vanos en los distintos muros medianeros, obteniendo unas calles-galería de la anchura y altura habituales al interior de una habitación, las cuales ocupaban de este modo toda la longitud de una manzana. En los barrios nuevos, en los que normalmente las casas contiguas suelen tener los pisos más o menos a la misma altura, la solera de las galerías pudo ser nivelada con bastante regularidad [...]. Pero en las viejas calles hubo que alzar o rebajar muchas soleras, y a menudo debieron resignarse a dar al suelo una fuerte inclinación o cortarlo con unos escalones. Cuando todas las manzanas de las casas se vieron atravesadas de este modo por unas galerías que ocupaban [...] la totalidad del primer piso, ya no hubo sino que unir unos con otros esos tramos dispersos, de modo que formaran una red [...] hasta abarcar toda la ciudad. Cosa que se hizo fácilmente al establecer en cada calle unos puentes cubiertos [...]. Otros puentes bastante similares, pero mucho más largos, se tendieron en los bulevares, como en el espacio de las plazas, y hasta en cada uno de los puentes que atraviesan el Sena, con lo que [...] un paseante podía recorrer toda la ciudad sin ponerse jamás al descubierto [...] Desde el momento en que los parisinos probaron estas nuevas galerías, no quisieron ya poner los pies en las antiguas calles que, según decían, eran tan sólo buenas para perros
Paris en l???an 2000
Los trazados de Haussmann eran arbitrarios por completo; no eran conclusiones rigurosas propias del urbanismo. Antes bien, se trataba de medidas de orden financiero y militar
Urbanisme
Sólo consideramos esencial y efectivamente derecho el llamado derecho civil o económico. Tras la primacía de dicho derecho, en el derecho constitucional se incluye el ordenamiento del Estado, es decir, el derecho público correspondiente a la economía. Viene a continuación el derecho penal, instrumento auxiliar para la conservación del orden político y social establecido, y las instituciones y las normas que con él están relacionadas
La función revolucionaria del Derecho y el Estado
La concepción de un futuro y nuevo orden como objeto y justificación de la revolución se halla igualmente en las formas del milenarismo religioso como en las formas secularizadas correspondientes al racionalismo y a las doctrinas de los derechos naturales
�??Prolegomena to the comparative history of revolution in early modern Europe�?�
La emoción no dice ‘yo’ […]. No es del orden del yo, sino del acontecimiento
Deux régimes de fous
Parece que la época trajera un nuevo orden de cosas, pero nosotros no conoceremos sino la destrucción del viejo orden.
Correspondencia, noviembre de 1805
En la lucha para conquistar los derechos humanos fundamentales se conmina a ser pacientes a los negros, y se nos dice y se nos aconseja que, mientras seamos fieles al orden democrático existente, el momento de gloria en que nos convirtamos en seres humanos de pleno derecho habrá de llegar tarde o temprano. Una amarga experiencia nos dice que existe una explosiva incongruencia entre la democracia y la economía capitalista, que es fuente de todos nuestros males. […] El pueblo no es fundamento de las leyes y del sistema por el que se gobiernan –ni lo es el pueblo afroamericano ni otros tantos pueblos oprimidos, ni siquiera la masa de los blancos–. El pueblo no posee un poder decisivo sobre los factores que gobiernan su vida.
�??Political Prisoners, Prisons and Black Liberation�?�
Cuando digo utopía pienso en la revolución. La Comuna de París, los primeros años de la Revolución Rusa, eso es la utopía. Ser realista es pedir lo imposible. Baudelaire y Marx tenían los mismos enemigos. ¿O vamos a entender ahora la política como la renovación parcial de las cámaras legislativas o los vaivenes de la interna peronista? En este país hay que hacer la revolución. Sobre esa base se puede empezar a hablar de política. De lo contrario, prefiero conversar sobre la variante de Kaspárov en la formación Schveningen de la defensa siciliana o sobre el empleo del subjuntivo en la prosa de Musil. Me parecen temas mucho más interesantes y provechosos. […] Algunos han perdido las ilusiones, se han vuelto sensatos y conformistas. Corren el riesgo de convertirse en funcionarios del sentido común. Para pensar bien, quiero decir para ser lo contrario de un bien pensante, hay que creer que el mundo se puede cambiar. Hay que estar en un lugar excéntrico, opuesto al orden establecido, fuera de todo. No tengo confianza en nada ni soy un hombre optimista, pero justamente por eso creo que hay que aspirar a la utopía y a la revolución. Un amigo de Brecht solía decir: sólo por amor a los desesperados conservamos todavía la esperanza.
Crítica y ficción